Un ángel

 

Por: Néstor Rubén Taype


        - Señora, buenas noches ¿Se encuentra Miguel ? Hace una semana que no va al trabajo

- Hola hijito, pasa, pasa, para conversar y contarte.


Diego había ido a buscar a su amigo, tratando de averiguar que le había sucedido, pues de buenas a primeras desapareció del mapa de amistades y nadie sabia nada sobre él.

Doña Amada, lo había acogido en su casa, cuando llegó de manera extrañísima una noche de tormenta.

- Entonces ¿qué fue de mi amigo Doñita? - La señora amablemente le pidió un momento para traer unos cafecitos por que la conversación sería algo extensa.

Una vez acomodados en la cómoda salita, la señora Amada comenzó a contarle a Diego lo que había ocurrido cuando ese personaje llegó a su domicilio.

Empezó contándole que en una noche de tormenta de hacia aproximadamente un año llegó este joven de manera muy extraña. 

Ella prosiguió con su relato diciendo que aquella noche retumbó el cielo quizás por aproximadamente unos minutos, un par tal vez y que escuchó un fuerte ruido en una de las habitaciones donde ella renta para los inmigrantes que le solicitan y que ella publica en avisos domésticos. Al acercarse apresuradamente al dormitorio se detuvo y con cierto temor abrió la puerta; grande fue su sorpresa al encontrarse con un joven barbado tirado en el suelo con olor a quemado. Ella lo encontró con la ropa muy sucia y con leves quemaduras y con cierta tembladera en el cuerpo. Lo que no entendía es como demonios había aparecido así, con ese ruido y con una tormenta que duró solo unos minutos en una estación que supuestamente seria una locura que se diera.


     - Y Doña Maria ¿qué hizo usted?


Ella tomó un sorbo de café y respirando profundamente continuo diciendo que se acercó al joven y procedió a limpiarlo y haciendo un enorme esfuerzo logró subirlo a la cama. Después de cubrirlo con una frazada lo dejó allí dormido hasta el día siguiente.

¿Y no tuvo miedo señora? - Dijo que al principio si le dio temor, pero luego de acercarse y ver su bello rostro y tocarlo le pareció que era un tipo inofensivo.    

En su relato doña Amada  prosiguió diciendo que al entrar a la habitación al día siguiente, muy temprano; encontró al muchacho sentado en la cama algo desorientado. Después de cruzarse las miradas a manera de saludo, ella le preguntó como había entrado a su casa si todo estaba cerrado, a lo que él respondió que tenia mucha hambre. - Ya no quise preguntarle nada mas, le serví un buen desayuno que lo devoró con mucha rapidez. La señora se disculpó y le dijo que le contaría la historia completa otro día.


La situación en el barrio se había visto conmocionado por la aparición de este extraño personaje, ahondado mas por el mutismo de quien le daba alojamiento y no contar mas detalles de muchacho que llamaba mucho la atención su sorpresiva aparición. 

Doña Amada, como buena cristiana le dio alojamiento y comida y le subvencionaba sus primeros gastos. Ademas, como a cualquier indocumentado le consiguió trabajo  en una agencia de empleos, bajo el nombre de Miguel de los Angeles. 

Durante dos semanas Doña Amada no le hizo mas  pregunta, brindándole solamente atención, lavándole sus ropas y brindándole sus alimentos. Ella, era un viuda sexagenaria muy católica que no faltaba a su misa cada domingo, recordaba que al verlo en el suelo la noche que llegó oliendo a quemado, le pareció que era el mismo Cristo aparecido.  Y recordaba también haberse arrodillado en ese mismo instante a rezar y agradecer a Dios por esa aparición y prometio ese momento darle todos los servicios a ese hijo de Dios, porque era eso: el hijo de Dios. 


- Dime hijito ¿Quién eres, cómo llegaste aquí? Te juro que de mi no saldrá ninguna palabra.

- Amada, Amada, Amada, sabe que soy un viajero en el tiempo.

- Como viajero hijito. ¿Cómo?

- Pues verá, lo único que recuerdo antes de venir aquí fue que comenzó un bombardeo de algún país en guerra, sentí una explosión muy cerca y luego desperté aquí en su casa.

- Bueno, otro día me darás detalles al respecto. Estoy feliz que te vaya bien en el trabajo y sobre todo que te hayan recibido rápido, en estos tiempos de mucha escasez. - dijo ella como deseando cambiar el tema.


Miguel eran buen trabajador y se podía afirmar que tendría unos veintiocho años y no los tres mil que dijo él cuando le preguntaron. Trabajó poco mas de un año en uno de los suburbios de Nueva Jersey, en esos lugares llenos de hispanos que llegan ávidos de hacer dinero y soñar con el éxito. 

Él era uno mas, pero, tampoco tanto, era algunas veces algo especial. Pasó por todos esos llamados warehouse de la zona como “los Quesos” “los Vinos” “los Forros” ‘las Computers” y otros. En todas ellas dejó huellas y anécdotas que marcaron a mucha gente, provocando interrogantes que no obtuvieron respuestas.

Muchos recordaban la anécdota que ocurrió en los “Vinos” una empresa donde se distribuía licores a todo el Estado de Nueva Jersey y Nueva York. A Miguel le encantaba el  vino, especialmente el europeo y de vez en cuando a escondidas se podía tomar una botella entera. Una tarde en que descargaba un camión en uno de los portones del “shipinng” se resbalaron varias cajas de vinos y se reventaron, chorreando el liquido en el piso. 

Su compañero trató de arreglarlos tomando algunas botellas, pero, se dio un tremendo corte. Otro compañero al ver lo que pasaba se acercó vio la herida y le dijo que regresaría con el botiquín de urgencias porque tenia el corte era muy profundo. 

Miguel sacó unas servilletas del bolsillo y limpió la herida del compañero y le dijo que el corte no era gran cosa. Cuando regresó el otro muchacho con el botiquín se sorprendió de ver nuevamente la herida, un corte algo largo, pero, definitivamente muy superficial.


- Oye, tu herida era profunda ¿qué sucedió?

- Pues no se, yo creía lo mismo, pero Miguel me limpió la mano y me dijo que no era gran cosa.


Preocupados por el accidente sufrido por el compañero, recién se percataron que no había nada en el piso, que estaba seco y no estaban las cajas con las botellas rotas, era imposible haber limpiado todo tan rápido.


- Oe Miguel, ¿y las cajas con las botellas rotas?

- ¿De qué cajas hablas, que botellas rotas?. Solo había una botella con el pico roto con la que se lastimo aquí el amigo, nada mas. 


Todos contaban algo, algo paranormal con Miguel; experiencias inolvidables sin respuesta, decían. El comentario del “Negro” Pepe, un borrachín  que deambulaba por las factorías de la zona, conocidísimo por vago, flojo y con una cojera permanente. 

Juraba y rejuraba que su famosa cojera se curó  después de recibir un caluroso abrazo de Miguel, el día de su cumpleaños. - Por mi madrecita que allí mismo me curé, haber, los que me conocen, ¿alguno puede dudar que yo era un cojo de mierda? entonces pues- terminaba su rollo.

Una noche tocaron la puerta de la casa de doña Amada insistentemente, era la vecina que pedía ayuda para su esposo que había sufrido un ataque cardiaco. Ya había llamado a emergencia y una ambulancia estaba en camino. Miguel salió disparado, conocía al vecino que se saludaban cada mañana cuando se cruzaban para el trabajo. 

Lo encontró en el sofá boca arriba, uno de sus hijos lloraba desconsoladamente y le dijo a Miguel que su padre ya no respiraba. - No creo - respondió, y acercándose al sofá dijo - Don Antonio, Don Antonio, ya acabó la siesta - y pegándose a su oido  le susurró - vamos oiga, ya es hora de despertarse ¿me oyó verdad?


- Wow, que tal sueño que he tenido, hola Miguelito - se sentó, y tomándose la cabeza con las manos se sorprendió de ver tanta gente.


Miguel salió dando las buenas noches y salir de la casa se cruzó en el camino con los miembros de la ambulancia que apresurados entraban a socorrer del supuesto afectado.

Así fue como una buena mañana Doña Amada no encontró a Miguel quien desapareció sin despedirse. La tristeza embargó a la señora, pero se resignó diciendo que eran misterios divinos y se sentía privilegiada por la presencia de ese joven que quizás podría haber sido un ángel. Sin embargo la historia no terminó allí pues Diego regresó a contarle a la señora que deseaba saber que fue de Miguel. 


- ¿Sabia usted Doña Amada que Miguel se veía continuamente con Veronica y que eran pareja?

- No hijo, como va a ser, mi Miguelito era un santo, y esa loca de la “Vero” ha estado con todo el barrio. ¿Cómo iba a estar con Miguel, por Dios?

- Bueno, el motivo de mi visita es eso, ella me llamó a preguntarme por él, ella se mudó a otra ciudad y esperaba que él viniera, como le prometió.

- Pero yo no se nada, no se donde esta ni porque se fue, ademas tengo destrozado el corazón por su ausencia,

- Veronica me dijo que no le puede fallar y menos ahora que esta embarazada.
















No hay comentarios.:

Popular post