Cien goles

 


Por: Néstor Rubén Taype

- ¿Escuchaste lo que dijo el “Muerto” Pinzás?
- No, ¿Qué dijo?
- Que anoche jugaron un partido de fulbito y ganaron por cien goles
- Están locos.
Finales de los setentas y la oficina estaba llena de jóvenes con toda la energía de la diversión, las fiestas, los tragos y las chicas.
Los dos jovencitos veinteañeros, se habían quedado muy intrigados por esa  conversación de los cien goles. Con mucha prisa y a la salida del trabajo abordaron a Javicho. - Oe, compadre; como es eso de los cien goles que te dijo el Muerto. - Jugamos todos los martes - respondió - si quieren, vengan la siguiente semana, ya saben el día, once de la noche, en mi jato.
Javicho tenia como seis meses en la compañía, era muy jovencito como lo eran los demás empleados en la década de los setentas. Era bajo de estatura de cabello negro ondulado y usaba unos bigotes al estilo Dalí. Desde que ingresó llamó la atención por lo que hacia. En la celebración del día de la Madre, en la oficina se recitó unos soberbios poemas alusivos a la fecha que hicieron soltar mas de una lagrima al personal, especialmente las damas. Payaso, era un show en las fiestas contando chistes, ademas con gran carisma caía bien a donde llegara.
Los dos muchachos curiosos llegaron el martes media hora antes de la cita. Javicho los hizo pasar a su departamento, donde según él, vivía solo.
- Aquí tengo un par de pantalones buzo que les puede quedar para el partido.
Les pareció bien cambiarse para no romper el pantalón de uniforme y puestas las zapatillas, salieron juntos. Llegaron a un parque que estaba siendo regado por uno de la mancha que.
- Oe, creo que llegamos en mala hora, esta regando el parque.
- Así jugamos muchachos no se preocupen - dijo Javicho.
Había una iluminación muy baja en ese lado del parque, y el riego del pasto continuaba - déjalo bien mojado Piero- gritó alguien.
El grupo estaba conformado por muchos blanquitos miraflorinos, lugar donde residía Javicho. Después de manera uniforme como si se tratara de acólitos a una religión se juntaron a un costado que no estaba mojado. Eran mas de una docena, incluyendo a los invitados curiosos.
La noche los ocultaba y apenas iluminada por una tenue luna, las actividades de aquel grupo se desarrollaban con tranquilidad y se sentaron todos haciendo un circulo. Javicho fungía de “sacerdote” sacó un enorme papel blanco tamaño de un periódico y luego de extenderlo delicadamente, hecho una buena cantidad de hierba, según ellos fresca y lozana directamente importada de Colombia. Mientras Javicho envolvía cuidadosamente el enorme pucho, los dos jovencitos, curiosos de los cien goles, observaban el rito; todos guardaban un complice silencio.
Después procedió a encenderlo y a “golpear” luego de varias pitadas comenzó el traslado del enorme cigarro, si así se le puede llamar, a cada uno de los allí sentados. Lo dos curiosos ya habían pasado esta “experiencia” en una fiesta, sabían que para no “caer” el secreto estaba en no “golpear”, y botar el humo solapadamente. Llegado el turno para ellos, hicieron lo acordado y pasaron la prueba, total el resto estaban en lo suyo por disfrutar sus momentos y no se daban cuenta de nada.
Terminada la faena del “vacilón” con el enorme “troncho” se pusieron de pie e inmediatamente dos patas se la rigieron para escoger sus respectivos jugadores. Se daba inicio al juego en ese grass mojado, que en algunos sitios era huecos con barro. El partido empezó y luego de unos diez minutos de juego, los dos jovencitos curiosos se dieron cuenta que ya no había diferencia de un equipo con el otro. Que se pateaba al arco mas cercano sin que nada importe. Las patadas o “fouls” no se sancionaban, todo era un chongo de empujones, puras risas y el partido se terminaba cuando el cansancio vencía. El marcador era solo un invento porque nadie sabia cuantos goles se habían hecho. Todos terminaban embarrados, de los pies a la cabeza, algunos “pasados” descansaban dormidos y recostados con la boca abierta en algún arbusto o árbol; como esos soldados muertos después de una batalla.
Uno de los curiosos preguntó - Javicho ¿quién ganó? - Nosotros, por cien goles.
- ¿Y ahora que hacemos?
- Regresamos a mi jato, se cambian y se bañan, si quieren y de allí nos vamos a comer salchipapas al aeropuerto.
- Oe, el aeropuerto esta lejos 
- No huevón, aeropuerto es el nombre donde la venden - respondió Javicho, que feliz entonaba su salsa preferida 
- Me tengo que ir!!



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