Retazos de Faucett


Por: Néstor Rubén Taype



 Don Manuel

Digamos que si lo catalogaríamos  con un adjetivo actual diríamos que era un innovador, liberal, vanguardista, emprendedor o un open mind, quizás algunos calificativos más.  Lo cierto es que Don Manuel (Arenas) era  un gerente totalmente receptivo, práctico y  de puertas abiertas, además de un exquisito conversador. En aquel entonces (los 80’s) se desempeñaba como Gerente Regional Norte y un día armándonos de valor con Segundito, decidimos ir a visitarlo y hacerle conocer nuestra propuesta. Segundo León, como jefe de reservaciones viajaba periódicamente a los Estados Unidos a capacitarse en todo lo relacionado a los nuevos sistemas de reservaciones, que en esa época aún era de forma manual.  Con todas las novedades del  sistema AIRIMP  y su actualización, nuestro jefe de reservas comenzaba a darnos el “training” en nuestras oficinas. Pero, como tenía que uniformarse el sistema a nivel nacional, conversamos la posibilidad de ir “in situ” a dar los cursos necesarios y ya no hacerlos como se acostumbraba: enviando mensajes y manuales vía correo. Los cursos eran los mismos que se daban en Lima y el proyecto estaba ya determinado, solo faltaba proponerlo y la disyuntiva era presentarlo a la gerencia comercial o a las gerencia regionales. Sabíamos que la jefa era bastante conservadora y quizás no nos daría el visto bueno esperado para el plan, luego de intercambiar ideas nos propusimos llevarlo a las regiones; solo faltaba escoger cual.  Llegamos al aeropuerto y previa cita Manuel nos recibió, nos escuchó atentamente toda la explicación y nos dijo que podríamos partir a su zona tan pronto como sea posible.  Nos felicitó y se entusiasmó tanto como nosotros por el plan y que decididamente estaba interesado que su gente reciba el curso lo antes posible.

Determinada la fecha Segundo me encomendó visitar toda la zona norte como una especie de reconocimiento de las áreas y escoger el lugar de base para dar los cursos a esta región. Recuerdo particularmente mi encuentro con la base de Piura, que tenía una temperatura muy alta que no era costumbre tenerla en Lima, el lugar había sido castigado por fuertes  lluvias de aquella época provocada por la corriente del niño. El señor Cruz me recibió en su oficina y luego me llevó a un ambiente donde estaba  reservaciones  y me señaló el lugar y también a la encargada, una jovencita de cabello corto y muy delgadita llamada  Patty Trelles, a quien le entregué el primer manual de AIRIMP. Algunos años después  llegaría  a ser administradora de la base de Talara y posteriormente una experta en los sistemas de reservaciones informáticos de Amadeus, de la que fue una de sus capacitadoras y en varias oportunidades, ya en Lima,  nuestra instructora.  Posteriormente se hicieron todos los arreglos para los cursos de capacitación en el norte señalando como base Chiclayo. Fue una excelente experiencia llena de anécdotas y buenos momentos. Don Manuel Arenas, fue un gran apoyo para los jóvenes que éramos entonces llenos de entusiasmo que pensábamos que podíamos cambiar las cosas en reservaciones y en Faucett. Manuel participaba en todas las reuniones que teníamos después de cada training que dábamos en su base. Resulta inolvidable la competencia de contar chistes en las que se enfrascaban cuando coincidían: Patty, Fernando Gálvez de CF Trujillo y Kaly Torres, una adorable señora, manager de su agencia Kaly tours de Chiclayo; realmente el show era interminable.


El General y Don David

Tenía pocas semanas de estar laborando en la compañía y mi trabajo de mensajería me permitía entrar a todas las oficinas sin más permiso que llevar sobres y esas tiritas que llamábamos “radios”. Así llegué a la gerencia general a dejar unos sobres que me habían dicho ser muy urgentes. Ya había conocido a las dos secretarias de la gerencia, dos guapas jóvenes, Elsa Riva y  María Elena Laínez. Al salir de la oficina, lo hizo conmigo el chofer del General Armando Revoredo, que hasta ese momento no había logrado conocerlo. Salimos al hall y el señor Alvarado, así apellidaba el chofer, se dirigió al lujoso auto, un Mercedes Benz, a esperar al general. Estaba chequeando mi correspondencia para ver qué oficina seguía cuando de pronto apareció un caballero alto enfundado en un elegante terno, cabellos canos y a pesar de su edad, mantenía un  porte militar, quien caminaba hacia la salida, pero, de pronto se detuvo al ver al superintendente, título que ostentaba don David Burga, retrocedió y lo llamó con voz enérgica. Ya conocíamos al señor Burga, siempre con un terno marrón y camisa blanca, caminar por todas las instalaciones de la compañía supervisando y dando órdenes. Al ver al general, David Burga se acercó y  a cierta distancia de él, se cuadró militarmente. Mientras recibía las órdenes y nunca mirando a su interlocutor, David repetía: ¡Si mi General!  ¡Si mi General! (yo tenía  17 años y como dirían los chicos de ahora, me ganaba con esa escena) Después de algunos años cuando me trasladé a reservaciones de Lima y conocí a Ernesto Burga, compañero de trabajo y hermano de don David, le conté lo sucedido. Me explicó que su comportamiento era de tipo militar porque David había sido un retirado de las fuerzas armadas, y la disciplina militar entre ellos siempre se mantuvo.

 Pin de seguridad.

 Mi tío Juan Taype repetía continuamente – no puede ser, no puede ser – estaba leyendo el mensaje que por morse (un viejo sistema de comunicación)  había pasado la base de Chiclayo.  El señor Villa lo había recibido y tipiado. Me llamó inmediatamente y me dijo que lo entregara a la gerencia de mantenimiento y otro a la sección de Hidráulica. Tomé la bicicleta, y con la misma salí de la oficina de comunicaciones que estaba al lado de tráfico. Cruzamos pedaleando rápidamente la tremenda pista que nos separaba con el hangar. Ingresé por esa ancha “avenida” en la esquina había una oficina, y recuerdo haberme cruzado con el señor Vivanco, jefe de estadísticas y sus dos muchachos. En la entrada de los baños había una larga banca, al frente estaba el reloj donde marcábamos entrada y salida. Sentado estaba Ríos, a quien apodaban también el “Pato” Ríos. Aun no conocía a todos los departamentos que tenía la compañía, entonces le pregunté a él donde quedaban estas secciones. – Qué  cosa es – me preguntó – yo le respondí que eran unos mensajes urgentes que había llegado de Chiclayo sobre un accidente y se los di.

-          No puede ser, pucha, no puede ser, flaquito, yo los llevo, yo los llevo – Me dijo

 El rostro del “Pato” Ríos  le cambio en un segundo, se alejó rápidamente con los ojos nublados. El mensaje decía que el mecánico que chequeaba el tren de aterrizaje, ingresó para repararlo, pero, había olvidado asegurar el pin y evitar que ceda el engranaje, eso le costó la vida. Claro, estaba escrito en frases breves, como lamentablemente breve fue la vida de nuestro compañero - mecánico.

Lili, Mili, Doti

Veníamos de lados opuestos a la oficina de Wilson, ellas de la avenida Venezuela y yo de la Colmena. Ellas llegaban caminando por la acera central que dividía la avenida Wilson. Era verano y el sol apuntaba sus rayos con fuerza aquella tarde. Mili, Lili y Doti no paraban de reírse, sabe Dios de que. Vestían de verano, de un fuerte verano, ropas ligeras resumidas en unas minis de la época. No faltaban los sirios de siempre que desde sus autos piropeaban a las cuasi adolescentes. Cruzaron la pista por el lado del grifo y desde allí seguían con sus empujones, acompañadas de risotadas como si fueran unas escolares y de cuando en cuando apretando sus minis con las manos, para que el viento no les juegue una mala pasada.  Luego de saludarnos, les abrí la puerta y ellas – tu primero, ¡no! tu mejor, oye ¡ya! - y así con todo ese cúmulo de vida ingresaron a la oficina las tres juguetonas e hiperactivas muchachitas, en la plenitud de su juventud. Mili Faya. Lili Calla y Dorothy Landaure, aunque en diferentes lugares de este planeta, hoy, siguen tan bellas como entonces, o quizás más. Lili y Mili, eran la herencia tradicional en la compañía, sus padres fueron también trabajadores de Faucett. 
 El asalto a Reservaciones en los 90’s
Serian como las diez de la mañana cuando regresaba a mi escritorio, había estado en el segundo piso a dejar algunos pedidos de reservas que se tramitaban por medio de cartas por parte de las agencias de viajes. Ya estando en el primer piso, vi a los compañeros que estaban en sus escritorios y tenían una mirada extraña, todos se fijaban en mí como si quisieran decirme algo. De pronto, apareció un muchacho y me abrazó diciéndome – tranquilo flaquito, ¿eres de seguridad?  Mientras me colocaba una pistola entre mis costillas. Yo tenía puesta una casaca marrón y en la cintura cargaba un llavero, con muchas llaves y además con muchos llaveritos que me gustaba coleccionar. Quizás por eso pensaría el asaltante que ese bulto podía ser un arma. –  No, soy empleado de aquí – le respondí –

Entonces amablemente me invitó a tirarme al piso con las manos en la cabeza. Se llevó mis diez soles que llevaba en la billetera y mi reloj pulsera que le había comprado recientemente al “Gatito” Gustavo. Me repitió varias veces, que no me moviera. Estuve tratando de sentirme relajado y pensando que todo pasaría rápido, que solo era un mal momento, - ya pasara, ya pasara - repetía mentalmente. Escuchaba voces y personas que caminaban alrededor. De pronto oí la voz de Augusto Dalmau que pasaba apurando los pasos conjuntamente con ellos diciéndoles que no había más dinero.  Unos minutos después sentí un lapo en la cabeza diciéndome que me levantara, era nuevamente Augusto avisando que todo había pasado. La oficina era un caos, la gente estaba muy nerviosa. Los delincuentes habían despojado de todas las cosas de valor de los demás compañeros. Cada quien contaba su experiencia, pero también a pesar del tremendo susto, no faltaron la bromas del momento. Al día siguiente Pepe Castellanos nos reunió muy temprano para decirnos que iría  a terminar con la denuncia en la comisaria del sector. Por tal motivo tenía que hacer un inventario de lo robado y solicitó hacer una relación. Terminado el inventario, don Pepe Castellanos se dirigió a la comisaria a entregar la lista requerida y terminar con la denuncia del asalto.  De regreso a la oficina me dijo que lo acompañara a almorzar. Llegando al restaurante Pepe pidió dos cervezas, brindamos porque el asalto no había pasado a mayores y me dice – mira caballito, después de terminar con la bendita denuncia y esperar todo el larguísimo tramite, el sargento me sorprende diciéndome si podía conseguirle una chambita para su hija – y antes  que le respondiera, el sargento me dijo – Oiga don Pepe, ¿sabe porque le pido este favorcito? no sabía que en esa compañía se ganara tan bien, la lista que usted ha dejado, da la impresión que se hubiera robado a las joyas de la corona española  mi estimado señor, todos reportaron oro de veinticuatro quilates, eso no es poca cosa ¿verdad?



Vuelo sobrevendido –  Trafico - Juanita

Una luna de vidrio separaba la oficina de Segundo con la mía en las instalaciones del aeropuerto. Ese día era un viernes y teníamos el vuelo 290 full de pasajeros. Los sábados siempre ocurría este exceso, el vuelo hacia escala en Iquitos. Durante toda la semana Segundito había tratado de reducir la cantidad con las famosas reconfirmaciones. Eran las tres de la tarde y el asunto estaba serio, el vuelo se iría bien sobrevendido.

-          Está sonando el anexo de la jefa

-          ¿Le vas a contestar Segundito?

-          No.

-          ¡A la que valiente!

-          Ya cortó, uff , ya no te burles, seguro que querrá saber cómo está el vuelo.

-          No les contestes compadre, dile -  señorita, sorry pero estoy ocupado, ok?

-          Otra vez está sonando, ahora que le digo.

-          Oye Second, dile que no moleste.

-          Jajajaja,  ven y contesta mi fono y díselo tú. (él respondió) Señorita buenas tardes, si, dígame, ¿El 290? si, bien,  con un poco de exceso, pero manejable. (tapando el fono) y casi susurrando me dice – la jefa ya sabía las cantidades - Ok jefecita, si vamos a volver a reconfirmar, no se preocupe, aquí esta Rubencito también reconfirmando sus grupos. Bye , bye  jefa.

-          Ósea que ya sabía y habrá pegado el grito al cielo  - le digo-

-          Si, ya sabía, pucha seguro llamó a control más temprano, voy a llamar a tráfico para ver quien esta mañana de turno. ¡Miércoles! El anexo de Mandriotti, alo, si Alberto, que tal. ¿Cuántos? tres pasajeros para mañana en el 290, ya, si, si estoy tomando nota de los nombres, claro, yo lo recomiendo a tráfico, si como no, de nada, de nada, hasta luego.

Ni siquiera me preguntó cómo está el vuelo, solo me dijo que los embarque, se pasó.

-          Segundo ¿quién va a atender el vuelo mañana?

-          Aquí tengo los turnos apuntados, mmm, mañana madrugando, Lidia, Gladys, no, de turno esta Juanita, Juanita Carrasco, ella es chévere.

-          ¿Tú crees que seguirá siendo chévere cuando sepa la cantidad que tiene el vuelo?

-          Vamos a salir de dudas, creo que ahorita está en turno.  Aló, aló Juanita, si, te habla Segundo, oye Juanita el vuelo de mañana, ah ya sabes, ok. ¿Qué? ¿que yo vaya a atenderlo contigo? Claro Juanita por supuesto, si, allí estaremos presente, claro, claro que llevare eso, gracias bye , bye Juanita.

-          ¿También sabía Segundito? Todo el mundo sabe cómo está el bendito vuelo mañana, menos  Mandriotti que puede seguir llamando a reservar más pasajeros. ¿Qué te dijo Juanita?

-          Que no me olvide de llevar mañana  un casco de bombero y unos guantes de box, que los voy a necesitar.

Entre esta tragicomedia que se repetía con frecuencia, uno sentía que eran como las olas del mar, había que lanzarse nomas, y luego de la tormenta, las olas volverían a su rutina.


Cuando Julita dijo no.

En plena huelga de los ochentas contra la administración del nuevo dueño de la compañía, nuestra oficina que estaba ubicado en el viejo Hotel Bolívar y frente a la Plaza San Martin, acataba disciplinadamente la medida. El personal estaba en las afueras de nuestro local esperando noticias y novedades, a ver si la empresa presionada  por el paro llamaría al sindicato para reiniciar el truncado diálogo. Por ciertas circunstancias que no recordamos, los que nos encontrábamos en la puerta principal de la oficina de reservas, dejamos sola a Julia María por unos minutos. Y fueron estos escasos minutos en que Julita tuvo un encuentro fortuito e inesperado con nada más y nada menos que con el nuevo propietario de la empresa, el mismísimo León Rupp. Luego de identificarse le dijo a nuestra frágil y bellísima Julita que se reintegrara a su trabajo inmediatamente. Pero, Julita, henchida de solidaridad con sus compañeros y armándose de valor con esa voz delicada y suave que la caracteriza le dijo simplemente que no. El presidente del Directorio le dijo que como era posible que una jovencita tan linda se plegara a esta innecesaria huelga. Dicho esto, se retiró. 

El correcaminos.
Era la hora de cambio de turno, dos de la tarde, el escenario, la oficina de reservaciones allá en el segundo piso del viejo hotel Bolívar. Estaba entonces yo sentado en mi posición en aquella larguísima mesa atendiendo mis llamadas, cuando de pronto ingresó un flaquito pelucón a quien hacía pocos días don Pepe Castellanos lo había presentado a todo el personal. Se acercó me saludó muy cortésmente dándome la mano y empezamos a conversar.

- Flaquito – me dijo - ¿y tú qué tiempo tienes trabajando aquí?

- Pues casi un año – le respondí

- Hermanito ¿y te gusta esta chamba?

- Pues sí – le dije

- Y aquí compadrito ¿hasta qué puesto puedes llegar?

Recién empezaba a conocer a este fulano y ya me parecía algo “cachoso” tenía un tono medio burlón cuando me hablaba con esa voz nasal.

-Bueno no se aquí hay varias gerencias, si piensas en grande puedes llegar a cualquiera de ellas - conteste yo.

- Cuñadito, ¿no te molesta que te haga tantas preguntas verdad?

- No – le dije – aunque ya estaba medio asado.

- Ese mi compadrito – dijo – mientras me ponía su mano en mi hombro dándome golpecitos y ensayando una sonrisa super cachosa.

Yo sonreía para no poner mala cara. Entonces el flaquito poniéndose muy serio me dijo:

-Mira hermanito yo aquí tengo apenas unos días, pero sabes que, te voy a decir una cosa, yo aquí solo estoy de paso, tu sabes solo de “pasache” nomas, for a few months, osea por unos meses y luego chau, chau compadrito, lo mío no esto.

- Ok, está bien, suerte – le respondí lo más amable que pude.

Ese “pasache” el estar solo de “paso” en Faucett, al flaquito le duró nada más que dieciocho añitos de permanencia, entre reservaciones, tráfico y promociones. Una anécdota que cada vez que se la recordaba nos matábamos de risa. El flaquito, nuestro querido amigo Antonio Gazzi Rivas Alfaro, siempre fue así, cachoso, no es que fingiera ni ensayara nada. Chévere, gran amigo, era con el”flaco”  Tapia ,“Mañuco” Peláez y Carlitos Manco, una peligrosa delantera en el fulbito.

Son los recuerdos, las memorias, las anécdotas, los retazos que aún sobreviven de Faucett. Estas son algunas mías, imagino que ustedes tendrán las suyas, no las olviden. Por todas estas cosas hacen que nuestra familia Faucett sea única y asi vivamos por lugares separados, los recuerdos nos mantienen unidos.


1 comentario:

Unknown dijo...

Gracias Rubencito... grandes recuerdos y quedan muchos mas...

Popular post