LA POESIA DE LA MÚSICA DE ROGER SANTIVAÑEZ

                                          Foto: Por Jenny Bello


                      (Una  breve charla por teléfono con el poeta)

                          Por: Héctor Rosas P., desde San Francisco

           
              “trato de romper el tono coloquial de nuestra poesía”

“Con la poesía que estoy escribiendo trato de romper ese tono coloquial imperante en la poesía peruana”. Esto fue lo que dijo el poeta peruano Roger Santiváñez cuando le pedí que me hablara sobre sus trabajos poéticos y la poesía que se está escribiendo en el Perú. “Estoy haciendo una búsqueda del lenguaje por otro camino, sería una poesía del lenguaje o una poesía neobarroca como la llaman”, agregó Santiváñez, cuya obra ha sido elogiada desde la publicación de su primer libro, en 1979. Actualmente es docente de Español avanzado en Temple University, y de poesía latinoamericana en Rutgers University, en Estados Unidos.

 Acerca del coloquialismo o conversacionalismo populista generalizada en la poesía peruana desde los 70, con honrosas excepciones, manifestó: “Esta manera de escribir versos sigue imperando como línea hegemónica en la poesía peruana. Ahora da la impresión que todos escriben parecidamente. Por este motivo, yo trato de romper ese tono coloquial imperante”

.           “la búsqueda en mi lenguaje me llevó a nuevos territorios”

“Yo escribí poesía coloquial, la de mi generación, la que surgió a fines de los 70 y comienzos de los 80. Entonces imperaba ese tipo de poesía, y era imposible no escribir poesía conversacional. El poeta no puede substraerse al modo que impera en su tiempo, sobre todo, cuando empieza a escribir”.

“Pero más adelante, yo comencé  a explorar otro tipo de poesía. Para eso hice una búsqueda en mi lenguaje que me llevó a nuevos territorios poéticos, a los versos que actualmente escribo. Si es cierto que acá, en los Estados Unidos, he desarrollado ese tono, también es cierto que esta exploración la inicié en Pueblo Libre, donde vivía en un segundo piso. Fue poco antes de abandonar Lima y venir acá exclusivamente para estudiar”, manifestó.
                                          Foto: Por Jenny Bello

                                    “actualmente yo escribo música”

¿Adónde quieres llegar con la poesía que estás explorando? le pregunté a Roger. Su respuesta fue: “Quisiera llegar al mismo sitio que todos queremos llegar, al lugar donde impere la belleza y pueda sentirme bien con los versos que escribo. Donde la poesía sea  música para mí. Debes saber que yo escribo actualmente por música. Uso las sílabas, las palabras y las asonancias como si fueran sonidos, música, tonos. Es así como compongo ahora mis poemas. No me importa tanto el tema que tenga que escribir, sino el tema que vaya encontrando a través de una memoria o de un objeto, a través de una vivencia que recupero o de una nostalgia peruana. Primero que nada, yo estructuro una frase musical que aparentemente no tiene ningún sentido, pero sí tiene sentido lo que le voy encontrando o lo que el lector, espero, le encuentre. Son como secuencias sonoras, secuencias musicales o fonéticas que se me vienen a la cabeza así de pronto. Entonces comienzo a trabajar con las palabras y las sílabas como si fueran notas musicales”.

                                      “busco otro tipo de expresión”

Al pedirle que me dijera si se encontraba totalmente satisfecho con sus actuales trabajos poéticos, manifestó: “Estoy satisfecho hasta cierto punto, pero no en su totalidad. Un poeta jamás debe estar satisfecho de lo que escribe, un poeta se define por una creación permanente, por la búsqueda insaciable de la nueva palabra. Yo estoy buscando otro tipo de expresión. También estoy autocriticándome si se puede decir así. En fin, estoy en un constante estado de revuelta creativa poética. Y porque estoy en ese estado de búsqueda es que siempre estoy insatisfecho”.

                             “algunos dicen que no entienden mi poesía”

Acerca de los comentarios sobre sus poemas, por parte de los poetas peruanos, Roger me confesó: “a algunos  les gusta mucho la manera como estoy trabajando con los sonidos. Otros me dicen que no entienden nada, que todo es solamente sonido y no hay una conexión entre el sonido y la semántica, o sea el significado. Como verás, escucho opiniones distintas sobre mis trabajos poéticos, pero a mí lo que me interesa es que, por lo menos, los lectores o amigos más cercanos están atentos a lo que yo hago. A ellos quiero decirles que de todas maneras van a encontrar un sentido en mis versos, que lo que tienen que hacer es leerlos una y otra vez. De hacer esto, cada quien va a encontrar su propia interpretación. No tiene mucho que ver lo que yo quiero decir, sino lo que los lectores van a captar en mis poemas”.

            “la crítica periodística en el Perú es una especie en vías de extinción”

Con respecto a la crítica periodística que se hace en Perú sobre las obras de nuestros escritores, el poeta, con mucha pesadumbre, declaró: “en nuestro país ha desaparecido esa clase de crítica que había antes, cuando existían suplementos dominicales, incluso excelentes suplementos culturales y literarios. Ahora no hay eso en los diarios de Lima. Por esta razón, sostengo que la crítica periodística en el Perú es una especie en vías de extinción, lo cual es lamentable y muy grave. Recuerdo que la crítica o reseña periodística antiguamente era muy importante y hasta consagratorio para el literato, por ejemplo, cuando lo hacía José Miguel Oviedo o Alfonso La Torre. Quizás Ricardo Gonzales Vigil trata de seguir esa línea, y creo que en alguna medida lo consigue. Pero no hay que desalentarnos, ahora, ahí está el internet, en el cual se pueden leer, a veces, notas muy interesantes.”

Y hasta aquí llegó mi  charla, vía telefónica, con Roger Santivañez, un destacado poeta peruano y un gran amigo desde que vivíamos en Lima. Colgué el teléfono, aquí en California donde vivo, y está por demás decirlo que él hizo lo mismo, tal vez para salir corriendo a dictar clases en una de las dos universidades que lo tienen como profesor. ¿O acaso para darse una vueltecita por el río Cooper de New Jersey, y ahí, en sus orillas, ponerse a escribir un nuevo poema? ¡Cosas de poeta!













HÉCTOR ROSAS PADILLA (Cañete, 1951). Estudió periodismo en la Universidad de San Marcos de Lima. Es autor del poemario CUADERNO DE SAN FRANCISCO (2009), y del libro de ensayos LA EDUCACIÓN Y LOS HISPANOS EN LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA (2010).
Es miembro del comité editorial de la revista literaria peruana SOL & NIEBLA que dirige el poeta Juan Carlos Lázaro. Actualmente radica en California.

"Faucett, los últimos días"



"A Eugenia Burneo, quien en los años duros del cierre de CF llegaba siempre a nuestro viejo local de Pueblo Libre diciendo:  “Escuchen, ayer soñé otra vez que Faucett volverá a volar”

Eugenia, yo también como tú, creo que Faucett volverá a volar


Cuando era pequeño y tendría unos cinco años, vivía en Santa Cruz, Miraflores, muy cerca del antiguo aeropuerto y veía en lo alto el vuelo de los aviones todos los días, imaginándome que estaba arriba, volando. Cuando pasaban volando los aviones de Faucett, los naranjita, como los llamábamos en mi barrio yo corría como si deseara alcanzarlo cuadra tras cuadra llamando: papa, papá! papaaa, mis amigos se reían y gritaban conmigo y yo les decía que mi papi era piloto y ellos decían admirados - asu ¿Y has volado ya? - ¡claro! es muy bonito porque mi papá maneja los aviones y siempre me lleva.
Cuando papá llegaba a casa en las noches yo le decía que lo había visto volando, pero que no vi su mano para saludarme entonces él me decía que no podía soltar el timón del avión. ¿Mami estas lavando los uniformes de los pilotos?
- No hijito- decía mami- estos son de los trabajadores - mientras veía una fila de overoles colgados en el patio de la casa, mamá se agenciaba con algunos ingresos lavando para la compañía. - ¿Trabajadores mami? y mi papi es trabajador o piloto.
- No, tu papi es piloto y tiene otro uniforme, (mi padre fue conserje de CF por casi cuarenta años) - Uf que bacán y cuando me va a llevar a volar mamita - Pronto hijo, pronto.
Otra vez pasaban los aviones de Faucett por el cielo y yo gritando papá, papá salúdame papiiiiii y les decía a mis amigos, vieron sacó su mano. Chau papi y luego me quedaba mirando el cielo, soñando, soñando volar algún día.
No volé hasta tener 15 años en un aniversario de la compañía, en que esta organizó un festival de vuelos por la ciudad y recuerdo a una aeromoza altísima rubia de nombre Marita, quien nos prestaba las atenciones del caso.
A los Diez años visité el aeropuerto del callao, papá por fin me llevó a conocer su trabajo, supe que no era piloto.
- Papá prende la lustradora rápido que quiero manejarla - él la encendió - yo corrí a tomarla y no di ni dos pasos, era muy difícil y no tenía la fuerza suficiente para guiarla.
-Qué pasó - dijo papi- donde están los músculos – uf papi casi me lleva.
Estábamos en el departamento de comunicaciones, recuerdo haber visto por primera vez unos aparatos grandes que mi padre me explicaba que eran radios y yo preguntándole si se escuchaba música y el diciéndome que no, que eran radios de comunicación para hablar con las provincias, como el teléfono, pero que no eran teléfonos y finalmente me dejó con mi tío a fin de que me diera las explicaciones necesarias.
Venia entonces mi tío Juan Taype, ya finado, acompañado de un señor alto muy fornido y poco cabello, era el Jefe de esa área, Oré era su apellido, lo vería por primera vez y luego lo haría por una segunda vez a los diecisiete años, cuando ingresé a trabajar, precisamente en ese lugar. Mi tío se deshizo en explicaciones técnicas sobre cómo funcionaba su sector, yo andaba entretenido cogiendo el micro de la radio, llamando – aló, aló, Cusco, Cusco, aló, aló mami aquí estoy con mi papá, me escuchas, cambio.


Eugenia, yo también como tú, creo que Faucett volverá a volar.

Le preguntaba a mi tío porque algunas de esas cosas no hablaban como las otras y solo se escuchaban ruiditos ti ti ti ti ta ti ta ti ta ti , me dijo que eran códigos, - caramba, pensé, como entenderán eso y mi tío dándole al teletipo raudo como el viento, me deleitaba viéndolo escribir , era rapidísimo, no sabía que se podía escribir así; él me miraba y escribía – tío no ves cuando escribes, ya te equivocaste - él solo reía y me guiñaba el ojo.
- Hey, muchacho ven un momento, ven para aquí - a pesar del ruido lo escuché y me acerqué, estábamos exactamente en medio del campo de aterrizaje, en el sector nuestro, que separaba Tráfico y Servicio en Vuelo y camino obligado de pilotos y tripulantes - detuve la bicicleta y lo saludé –
¿Cómo esta capitán Klein - sonrió me extendió su mano y dijo - de donde salió esa boina, ¿Acaso eres admirador del Che Guevara?
- Oh no capitán es que acabo de ingresar a la universidad
- Que bien, bien jovencito, entonces a estudiar se ha dicho, suerte y dígale a su jefe que ya hay que cambiar esa máquina ¿No? Usaba una bicicleta viejísima y hacia un tremendo ruido al manejarla - se despidió con una amable sonrisa. Así era Eugenia, tremendo piloto y una sencillez admirable, no te imaginas quedé emocionado que aquél legendario capitán se hubiera fijado en un humilde mensajero. Volvería a conversar con él quince años después ya como Supervisor de Reservaciones lo atendí cuando solicitaba espacios para sus clientes, mientras administraba su agencia de viajes en la localidad de Chacarilla - Surco; entonces nos daba el nombre de su pasajero y para asegurarse que lo tomáramos correctamente, procedía a deletrearlo: t de tango, a de alfa, r de romio, entonces yo pensaba que el capitán no hablaba conmigo, el capitán seguía hablando con la torre de control, él nunca dejaría de ser un piloto.
Todos los jefes y supervisores de reservaciones estábamos atentos a lo que diría aquel nuevo funcionario que venía sin mayores pergaminos, él estaba sentado en su escritorio como nuevo jefe de promociones, luego seria Jefe de Ventas y Gerente de la misma. -Las ventas a Miami están muy bajas, los vuelos están saliendo con menos de la mitad de su capacidad y vamos a tomar algunas medida - dijo - luego continuo hablando del tema, fue una de las pocas veces que vi serio a Augusto Dalmau luego de algunas semanas más el CF292 reventaba de pasajeros.
Fue una etapa de abundancia y cambio de estilo la de Augusto, no podemos negar la simpatía que despertaba en las agencias y aunque solíamos hacerle bromas respecto a su AUTORIZAO de dos liberados por un full-fare, fue una de las mejores épocas que recordamos con él. -Hermanito - decía - apúrate y pide los vuelos que necesites para la temporada alta - apúrate Rubencito que mañana tengo reunión con los regionales y quiero ganarles en la programación - . Ese era Augusto luchaba duro por su área y su buen humor era desbordante, motivador. Marcó una época y hay que reconocer que fue un innovador con su estilo. Augusto Dalmau  García-Bedoya. 


Eugenia, yo también como tú, creo que Faucett volverá a volar.

Por cosas del destino me tocó vivir los últimos días de Faucett, me tocó ver como se destrozaba la compañía, como caían sus piezas, al igual que un rompecabezas, como los buitres mordían sus carnes tratando de encontrar más carne, como a Vallejo le daban duro con un palo y también con una soga o quizás tratando de volarlo como a Túpac Amaru, tratando de matarlo y no podían matarlo. Fue una etapa dura Eugenia, sufrimos mucho, tanto por la compañía, como por nuestra situación, además de ver como la pasaban los compañeros. Recuerdo la fecha cuando hicieron el corte de personal, Eugenia allá en el aeropuerto la empresa cerró las puertas y veíamos a nuestros queridos viejos, mecánicos, empleados, técnicos, conserjes, mensajeros con los rostros demacrados, sorprendidos, no lo podían creer. Regresaron por mas una semana, estaban allí siempre todas las mañanas al pie del portón haciendo miles de especulaciones, esperando despertar e imaginarse que todo fue solamente una pesadilla; lamentablemente no fue así. . . . . . . . . Y la noche continuó.

Mi padre en unos segundos de lucidez preguntó si la compañía estaba volando nuevamente, no le respondí igualmente no me hubiera escuchado, había perdido algunos sentidos, el cáncer lo estaba consumiendo, ya no podía comer, solo tomaba líquidos y casi estaba inmóvil. No era aquel tipo que conocí trabajando más de doce horas diarias, pasó más tiempo en CF que en casa. Alguna vez le oí hablar con mi madre sobre "Papa Faucett" y me dijo que era como nuestro padre, porque nos da el pan todos los días. Murió papá, como muchos viejos trabajadores sin imaginarse jamás que su compañía cerraría algún día, algo que ellos hubieran considerado imposible. 

 Hizo uso de la palabra Antonio Guzmán - compañeros representantes, venimos insistiendo en salvaguardar los intereses de lo que queda Faucett, tenemos información que hay un equipo que todavía podemos recuperarlo y ponerlo a buen recaudo señora presidenta.
- El representante de Aerosanta interrumpió - disculpe - señora presidenta una aclaración.
- Adelante.
- Debo manifestarle al representante que está tomando la palabra que el equipo mencionado está a nombre de Aerosanta, también en liquidación al igual que su representada, por lo tanto como son dos empresas diferentes, no tienen facultad para solicitar lo dicho.
Otra vez Antonio Guzmán: como que son dos empresas diferentes usted nos quiere tomar el pelo, señora presidenta esa empresa fue una burda mascarada para terminar de hundir a la compañía Faucett y ahora me viene a decir este señor que son cosas diferentes. Nosotros - decía levantando la voz - nosotros no vamos a permitir esto, sabe usted señora presidenta cuanto hicimos los trabajadores y funcionarios honestos para construir Faucett y llevarla a ser la mejor de Sudamérica , no quizás usted tampoco lo sepa.
Antonio continuaba hablando, gritando su ira, la ira de todos, defendiendo como un león herido las disminuidas propiedades de la compañía, moviéndose de un lado a otro, agitando los brazos, gesticulando, sus manos también querían hablar. Con la intención de no facilitar los trámites que perseguíamos para lograr el control de la mesa directiva y nombrar a la liquidadora que nos ayudaría, la presidenta de la junta renunció.
Esto dilataba de manera indefinida las reuniones en Indecopi. Al salir de la reunión y en medio camino del auditorio Ana Loayza corrió tras ella, traté de detenerla, pero me dijo - no Rubén, déjame hacer esto - alcanzó a tomarla por el brazo y al voltear le increpó su actitud: usted no tiene familia que necesita, usted no tiene conciencia - - y otras cosas más, Ana estaba iracunda. Vehementes en la lucha por los intereses que se defendían en ese momento, Ana y Antonio Guzmán fueron pilares importantes al igual que Pablo Malca, representante de la Acreencia Laboral de Faucett.
No sé si peleó en vano, no sé si habrá una respuesta positiva, eso esperamos. Eugenia te dejo en esta parte del camino y también estos recuerdos que se vinieron a borbotones y que te los he querido contar para compartirlos contigo.


"Eugenia, por todas estas cosas que me tocó vivir, yo también creo que Faucett volverá a volar. . . . . . . . . . . . . . . . . . y lo seguiré creyendo toda la vida."

Texto original escrito en Sep-2001

....."EL NEGRO"



Por:   Néstor Rubén Taype
Aunque no era precisamente la religiosidad nuestra principal característica, estuvimos rezando esa noche para que las cosas salieran tal como se había planeado, en unas horas más llegarían los coyotes a llevarnos finalmente rumbo a la frontera y cumplir el ansiado sueño de pasar a los Estados Unidos.   En esa interminable espera recordaba  los llantos de mi madre sufriendo por el calvario que pasaba conmigo, sentía sus manos acariciando mi rostro como ella solía hacerlo para decirme - mírame a los ojos y prométeme que nunca más volverás a robar.
 
También  la vergüenza de mi padre por mi conducta, para colmo miembro de la Guardia Civil. Recordaba las veces que con largas pláticas y después a punta de golpes trataba de disuadirme de seguir andando con mis “malas juntas” de aquellos amigos de lo ajeno que eran mis patas. La verdad que yo mismo no  supe cómo demonios pude llegar a esa situación que podía costarme años en prisión.
Mi vida pasaba como una película, a los dieciocho años debutaba robando lunas y llantas a los autos por un lugar conocido como la parada, tratando de romper nuestro record y hacerlo en el menor tiempo posible, ensayando en los huecos y canchones de La Victoria que nadie entraba.
De pronto el grito de los compañeros irrumpió mi concentración y nuevamente estaba allí en esa vieja casa que nos había servido de pensión y que albergaba a unas treinta personas entre hombres mujeres y niños.  Me apuraban por que ahora estábamos a solo minutos de la partida y ya se escuchaba el ruido de los autos que se parqueaban en las afueras de nuestro albergue temporal.  Mis amigos y yo nos pusimos de pie al igual que el resto de la gente que esperaba nerviosa y con el deseo que la novela  por fin se acabara.
Se abrió la puerta de la vieja casa y ante nuestra sorpresa apareció un grupo de uniformados y armados que nos ordenaron tirarnos al piso, algunos trataron de esconderse y salir por algún lugar pero todo fue en vano, la cuadra completa de la vivienda estaba cercado de policías. Con mis dos amigos intercambiamos miradas y ninguno intentó correr y escapar, estábamos cansados de huir, habíamos llegado a México tomando buses, autos, camiones devorando millas.
Ahora amontonados en una camioneta íbamos rumbo a la prisión hasta que se aclarara nuestra lamentable situación. Además no la teníamos a favor,  pues nos encontraron  pasaportes falsos que portábamos para no dar cuenta de nuestra identidad.  Mientras permanecía  tumbado en  la camioneta de la policía yo volvía a recordar a mi padre quien con lágrimas en los ojos me dijo que me sacaría de la cárcel lo antes posible por ser parte de una banda que robaba autos. 
Mi padre estaba negociando mi caso con el juez de turno y hacerme el cambio a una detención domiciliaria, cosa que lo logró. Una vez en casa me dio una buena cantidad de dinero y me dijo que saliera del país y que si pudiera no regresara hasta que las cosas pasaran.  
Llegamos a nuestra celda  con mis  amigos pensando como haríamos ahora y preguntándonos que sería de nosotros. La mayoría de esa gente eran inmigrantes indocumentados que pretendían pasar la frontera,  mezclados entre delincuentes comunes, asesinos, sicarios y drogadictos.
Una tarde participamos en un pequeño campeonato de fulbito y con tan buena suerte que llegamos a la final. Nos enfrentaríamos a los mejorcitos, a los que manejaban la mafia que controlaban los beneficios y lujos de ese penal. Para no jugar por nada conversamos y acordamos hacerlo por una cantidad de dinero más una botella de tequila y nos dimos un apretón de manos sellando el acuerdo.
El partido terminó a nuestro favor por un amplio score que seguramente ellos no esperaban, había sido casi una humillación frente a su gente.  Cuando vimos que se estaban retirando nos acercamos a pedirles el pago de lo acordado, uno de ellos al parecer su líder me dijo con toda desfachatez que no pagarían nada de nada, yo quise reclamarle pero mis amigos me desanimaron diciéndome  – suave negro, estas en su casa si reclamas nos van a sacar la mierda. 
Comenzamos a retirarnos todos cuando de pronto me dije – ¿Y estos cabrones que se creen?– me sentía basureado, herido en mi orgullo, quizás cansado de tanto palo recibido hasta ese momento y no resistí  más, con las mismas regresé corriendo y tomé del cuello al que parecía el líder y apreté con fuerza.
Su gente comenzó a gritar y vinieron a golpearme, tenía entonces veintitrés años  y un metro ochenta de estatura, estaba realmente muy fuerte. Sentía que la espalda me la estaban moliendo a patadas y golpes pero yo no soltaba a su jefe.
Dentro de toda esa refriega de golpes, entre esos revolcones en el suelo tragando polvo, sentí su mano amable con golpecitos suaves en mi brazo; entendí que me estaba pidiendo soltarlo.
Cuando iba hacerlo recordé haber visto una  medalla que colgaba de su cuello, una medalla de oro de la Virgen de Guadalupe que repetidas veces se mecía sobre su pecho cuando estuvimos jugando.  Cogí la cadena fuertemente y entonces le di un empujón sacándolo de mi lado, en el tirón la cadena quedó en mis manos y me la guardé inmediatamente.  Ayudado por su gente al tipo lo pusieron de pie y se lo llevaron en vilo mientras yo continuaba en el suelo, con cierto recelo y muy asustados mis amigos también se acercaron a auxiliarme, no decían nada pero sus miradas eran elocuentes casi me daban a entender que me lo merecía.  Por mi parte entre mis interminables dolores pude aun sonreírles y balbucear algunas frases que ellos respondieron -  ¿maricones? - lo que pasa es que nosotros no somos cojudos como tú. 
Al día siguiente enviaron un mensajero a nuestra celda a preguntarnos si  sabíamos de una cadena de oro que se le perdió a su jefe, se dieron muchas preguntas pero al final nada pudieron probar.  Una semana después mientras descansaba solo en el pasadizo cerca a la puerta de mi celda vi que se acercaban cuatro internos todos ellos supuestamente enemigos nuestros que venían a cobrar la deuda de la bronca pasada.  Mientras ellos se aproximaban yo estaba preparándome como iba hacer para defenderme, esperar  que estuvieran lo suficientemente cerca para golpear a dos y reducirlos inmediatamente,  luego vería  cómo me las iba a ver con los otros.
A cierta distancia uno de ellos me hizo unas señas dándome a entender que estaban en son de paz, que solo querían conversar conmigo, que estaban desarmados;  mientras llegaban hacia mí me repetían: tranquilo, tranquilo. Me dio cierta calma el hecho que en sus miradas no eran despectivas ni de bronca, más bien diría que expresaban cierto respeto. Vamos al grano dijo uno de ellos - el asunto es muy simple queremos darle un “cariñito” a unos “bueyes” que se están pasando de listos y el jefe esta de muy mala onda con ellos y quiere recordarles quien es el “men”.   No hay pago de  por medio, no hay “lana”  a cambio tendrás comida de primera solo para ti y protección para tus broders . Todo el tiempo que pasé en la prisión trabajé para ellos a cambio como dijeron de una buena comida, hice mi trabajo con mucho profesionalismo sin llegar a quitarle la vida a nadie, golpee, rompí muchas costillas y narices a cambio de mantener el status que me había ganado, no sin sentirme muchas veces muy miserable, pero era parte de la guerra en la que me había metido y como en toda guerra a veces  vale todo. 
Una noche llegó  uno de ellos con un preciso mensaje del jefe, en unos días sería cinco de Mayo una de las fiestas más representativas y las autoridades del penal según me contaban, dejarían en libertad a cincuenta reos que deberían ser todos extranjeros detenidos por ilegales. Algo incrédulos recibimos la buena nueva pero esa mañana del inolvidable cinco de Mayo vimos una larga cola de internos y pensamos que ya no alcanzaríamos la ansiada libertad, de pronto dos de ellos se acercaron y nos llevaron hasta el inicio de la fila, priorizando nuestra partida sobre los demás sin que la policía interviniera. Antes de dar el primer paso y dejar aquel lugar para siempre, se acercó el jefe sorpresivamente y me dio la mano, no lo había vuelto a ver desde aquel fatídico partido de fulbito, sonrió amablemente y al darme la despedida  me dijo que cuidara bien la medalla de la Virgen de Guadalupe.
Poco tiempo después conseguimos cruzar la frontera a cumplir nuestros sueños a iniciar una nueva vida.  Juré por mis padres no traspasar nunca los límites que determina la ley.

Nota del bloguero
EL “Negro” vive en Nueva Jersey, es manager de mantenimiento de un colegio. Es ya un sesentón  pronto a jubilarse, me contó su historia de un tirón, graciosamente muy al estilo peruano me mostraba todos sus sobres de pago que guarda celosamente desde que arribó a este país, cosa que realmente aquí  no es necesario, pero según él  fue un consejo de su padre.



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