¡Come on David!



Por Néstor Rubén Taype

David, de ascendencia portuguesa era más bien delgaducho y una altura que superaba los seis pies, barbado y con una calvicie prematura que le hacía mostrar una frente muy amplia y llamativa para sus veinticinco años. De vestir desgarbado con una polera raída y unas zapatillas desgastadas que dejaban asomar la punta de un dedo afanoso por ver la luz del día. Llegó como muchos empleados a trabajar a un waerhouse en los suburbios de Nueva Jersey, era de buen carácter y de mirada vivaz, hablaba solamente inglés. Rápidamente llamaba la atención del personal por las características de su vestir y era punto de bromas que lo relacionaban con su parecido a un sacerdote franciscano, o también  a Gárgame, personaje popular que perseguía a los Pitufos, en la serie del mismo nombre. Tenía buen humor y no se molestaba y seguía el juego a las bromas que le hacían, unas veces muy impertinentes. No contaba con celular lo que le obligaba a pedir prestado continuamente a sus compañeros y que por la frecuencia en solicitarlo, muchos empezaron a negárselo. Sin embargo uno de ellos, compadecido con el muchacho le facilitaba todos los días a la hora del almuerzo para hablar con su novia, según David. Llegaba al punto de reunión en la ciudad siempre caminando desde su vivienda no muy lejos del lugar de encuentro, pero en una ocasión vino en una camioneta de buena marca y manejada por una guapa señora. Ese día en el almuerzo le llovieron preguntas sobre ella. Él muy halagado dijo que era su novia y que vivía con ella. Sin embargo sorpresivamente abundó en detalles indicando que ella no trabajaba porque tenía cinco hijos que iban desde el mayor de diecisiete años hasta el último de tres meses de nacido, haciendo la salvedad que ninguno era suyo y que tenía con ella viviendo hacia solo dos meses. Además que era madre soltera y los hijos eran de tres maridos y vivía de la ayuda del Estado.

¿Y cuántos años tiene tu novia David? - Treinta y seis – respondió.

Conforme pasaban los días ya sus compañeros sabían que la llamaba todos los días con el celular prestado facilitado por uno de ellos. La rutina era siempre la misma – hello, I love you - asi comenzaba los diálogos y él debía decirlo siempre. Llamaba la atención que diariamente su desayuno fuera solamente lechuga con mayonesa y el almuerzo fideos rojos o arroz blanco. Lo gracioso era que antes de comerlo, lo olía y solía a veces que uno de sus compañeros hiciera lo mismo también y le diga si estaba bueno. Las preguntas le comenzaron a llegar nuevamente sobre la razón de tener ese menú tan pobre. Se dudaba que esa señora fuera su novia como él decía, ya que una dama con cinco hijos no tenía ningún motivo de relacionarse con un tipo como él, que era algo “especial” no loquito, pero con algunas singularidades que podía ganarse tranquilamente ese título. David afirmaba que le daba todo el cheque a su novia y no se quedaba con nada, pero que ella era injusta, no le quería dar un celular y le mezquinaba la comida. Como si fuera un juicio, casi todos el mundo allí en el comedor le decían que se fuera, que abandone a esa mujer, que no podía tolerar tal abuso. Todo el mundo terminó gritando ¡David, David, David!

Cada llamada a su novia terminaba en pelea, ella a veces no le respondía, lo que ponía de un humor bárbaro a David y esto se reflejaba en su trabajo, pues se quedaba pensando y no avanzaba. En otras llamadas él le reclamaba a su “novia” que escuchaba la voz de un varón hablando en español al parecer junto a ella con una respiración agitada, entonces  entre el “what a fuck” pronunciado por David, se irritaba aún más al saber que ella le había colgado el celular. Terminada la hora de almuerzo David regresaba al almacén y muy excitado rompía a patadas las cajas vacías que allí se guardaban. Sus compañeros observaban la escena con una sonrisa de comprensión a la pataleta del muchacho. Una tarde sería sorprendido por el supervisor del área, cuando él se encontraba pensativo y con la mirada fija en el suelo después de una de las tantas broncas. Había transcurrido más de una hora desde que recibió la orden de llevar unos productos del almacén al camión de carga y el chofer había partido sin el encargo por la demora.

¿Qué paso David? - Preguntó el supervisor sin obtener respuesta. Tenía la mirada perdida y con un gesto de molestia y fastidio.

¿David, me escuchas? - Volvió a preguntar –esbozando una sonrisa asintió su cabeza y se puso de pie disculpándose y diciendo que tenía un fuerte dolor de cabeza.

Sería su último día en aquel warehouse, fue despedido y sus compañeros no lo volvieron a ver más. Sin embargo se había ganado la simpatía de todos ellos que preguntaban qué había pasado. Nadie podía llamarlo, recordaron que David no tenía celular porque según él , su novia no quería darle uno, pese que le daba todo su cheque semanal. David desapareció y quedó solo en la memoria la imagen del desgarbado y delgaducho muchacho de cabello y barba descuidada, que usaba un jean raido y lleno de orificios desgarrados, como seguramente estaría su alma y su mente. Alguien, a la hora de almuerzo en aquel moderno warehouse de algún lugar en Nueva Jersey, gritaba su nombre  - ¡David, David! ¿Where are you? – provocando la risa general de los comensales.


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