Macho que se respeta.





Por: Néstor Rubén Taype
-              Cuando me di cuenta de lo que pasaba, ya tenía su rodilla sobre mi nuca, mi cara contra el suelo, y uno de mis brazos hacia atrás, pegado a mi espalda bien ajustada por él.
-              ¿Y entonces qué hiciste?
-              En principio pensé que era un asalto, temía que este tipo,  que me había cogido por la espalda podía sacarme una “chaira” Pero cuando lo escuché decir “no te metas con mi costilla  cabrón” Allí  supe lo que estaba ocurriendo.
-              ¿Y?
-              Hice lo que hace cualquier macho haría pues hermano.

Reservaciones de Faucett en los setentas estaba lleno de jóvenes que solo deseábamos vacilarnos y divertirnos. Eran las épocas en que las fiestas del año se celebraban comenzando en las oficinas de nuestra aerolínea en el centro de Lima y se prolongaban haciendo escalas en  diversas agencias de viajes, a donde éramos invitados con frecuencia y casi siempre terminábamos de madrugada en alguna discoteca.
Aún sin aparatos sofisticados que llegarían todavía años más tarde, teníamos unos teléfonos que parecían paneles de una central telefónica, con muchos botones que se encendían endemoniadamente y que muchas veces apagábamos sin responder.  Atendíamos a las agencias de viajes y como era natural cada quien trataba de coquetear con las  interlocutoras; el asunto era “sacar plan”. La cita a ciegas era un tema de casi todos los fines de semana, unas con éxito y otras decepcionantes. Las reservaciones que tomábamos por teléfono, ya sean de agencias o de los mismos pasajeros, la teníamos que hacer manualmente en una tarjeta que luego pasaba a un controlador que marcaba con un lapicero en su tarjetero y de esa manera llevar el control del vuelo. Las reservas se diferenciaban por el color: amarillas el sur y azules el norte.
En estos trances de sacar “plan” no era de extrañar si alguna vez nos cruzábamos con “otro” que también estaba merodeando el mismo lugar y eso fue lo que me sucedió con este compañero de chamba que tenía fama de ser un silencioso “gilero”
-              Oye compadre no te cruces  por mi “territorio” yo ya estoy por allí – me dijo.
-              Compadre – le dije – yo por si acaso voy por la chibola del counter, no por su jefa.
Yo sabía que mi compañero iba por la administradora de la agencia de viajes. Pasaron algunos meses y en ocasiones nos cruzábamos por la agencia, él entrando y yo saliendo o viceversa, pero hacíamos lo posible para no coincidir. La chibola del counter, a quien pretendíamos me contaba todo lo que hacia mi amigo, que días venia y lo gracioso que era cuando contaba chistes y hasta bailaba. Eso contrastaba con el comportamiento regular que le conocíamos, que era bastante serio. En una oportunidad la chica del counter me dijo entre risas que, ella, su jefa, la que administraba la agencia y quien salía con mi amigo Mario, tenía novio oficial; pero luego dijo que era una broma y terminó susurrando “no se lo vayas a contar que mi jefa me mata”

Yo supuse que Mario lo sabía, además conocía  que él también tenía otro “plancito” con una chica de un hotel cerca de nuestras oficinas de la Plaza San Martin. Éramos además solteros y era lo más lógico  tener más de una costilla, cada quien “jugaba” como quería y no me pareció  pertinente irle con el chisme, al final estábamos bastante grandecitos para ese tipo de cosas y a mí personalmente me importaba un “rábano”.
Era la época en que las reservaciones internacionales se hacían a través de mensajes que se recortaban del teletipo (espero que la gente joven sepa que era esto) hacerles la tarjeta de reservaciones y engraparle el “radio” ósea el mensaje escrito. La tirita de papel.
En muchas ocasiones cuando salíamos de juerga y al final de la misma, cuando era la hora de pagar la cuenta, revisábamos nuestros bolsillos y lo primero que salían era los benditos mensajes que todos nos escondíamos para no hacerlos. Nadie soñaba siquiera con la sofisticada maquinaria de los sistemas globalizados de reservaciones que vendrían  años después como: Zabre, Gabriel, Amadeus, Galileo, Worldspan y algunos etcéteras más. 

Las chicas de las agencias frecuentemente  visitaban nuestras oficinas, debido a la cercanía y la modalidad de llevar los pedidos de reservaciones a través de unos  formatos especiales,  que había de dar respuesta por escrito; esto permitía conocerlas y comenzar a hacer amistades. Teníamos en ese entonces  a un flaquito tremendo, un enamorador empedernido, bueno aunque en realidad recordando bien, no era uno, sino tres flaquitos terribles, que habían arrasado casi todo el territorio de la Lima cuadrada y anexos. Por esta razón había que salir fuera, a otros distritos a “sacar plan”

Mario estaba sorprendido con lo que le había pasado, se tomaba los vasos de cerveza “seco y volteado” uno, tras otro. El “Queirolo” es un bar en la esquina de Quilca y  Camaná   en el centro de Lima y se encontraba abarrotado de clientes, era viernes, esos viernes limeños en que la gente salía a “chupar” hasta morir. Entre toda esa muchedumbre estábamos nosotros, él contando su historia y yo tratando de entenderlo.
-              Le dije entonces, suéltame huevón,  deja que me pare y nos agarramos.
-              ¿Y te soltó?
-              Felizmente me dejó, yo me levanté  al toque y me quite el saco azul de la chamba.
-              ¿Y te mechaste con él?
-              ¿Estás loco? nelson compadre, nicaragua, ni de a vainas.
-              ¿Entonces qué hiciste?
-              Me la piqué, corrí como la pitri mitri, y no paré hasta después de diez cuadras. El hijo de puta me seguía, yo sentía sus pasos hasta que se cansó, y luego solo  escuchaba sus insultos a lo lejos.
Me contaba Mario que entre esos  segundos que tuvo al momento de pararse, recordó en alguna conversación que tuvo con Natalia, un dato que resultó sumamente importante y decisivo. Es siempre una costumbre entre las parejas que recién se conocen, preguntar por sus anteriores enamorados y hacer tema de conversación. Y de pronto recordó que le había hablado sobre un chico que tuvo hacia poco tiempo y que supuestamente  ya lo había dejado por ser muy celoso. “sabes que era un creído y súper celoso, ya está por graduarse de médico, pero además le encantaba las artes marciales y actualmente es el campeón nacional de Karate, que horror a mí que no me gusta la violencia”
-           Como me iba a mechar con un longonazo y encima karateca, de hecho me sacaba la mierda y yo no me iba a dejar que me sacara la mierda por ella. Yo pensé que  lo sabía todo hermano, que las hembritas las escogía yo, pero esta fulana me hizo sentir como un idiota. Ella seguía bacán con su prometido y yo era su canal dos, que huevón, me la hizo a mí, a mí, al rey del mambo.
 Mario era un vanidoso y muy creído cuando se hablaba de mujeres, hacia un alarde exagerado de su  “pepa” y “jale” con las chicas y esta lección fue inolvidable para él.  Esta joven llamada Natalia y administradora de una agencia de viajes de Jesús María, ya estaba comprometida con su novio médico de profesión y además campeón nacional de Karate. Meses después en mis frecuentes visitas a la agencia para ver a la chica del counter, recibí la invitación del matrimonio de Natalia, quien me lo dio personalmente.  Mario no volvió jamás a la agencia y según me dijo, cortó toda comunicación con ella. Asistí al matrimonio de puro “sapaso” El día de la boda en una Iglesia de San Isidro, estaba junto a la chica del counter, observando en primera fila el esperado matrimonio. Pasada media ceremonia la chica del counter me hizo dar cuenta de un detalle, me dijo – Oye, ¿no te has dado cuenta que Natalia ha volteado como veinte veces a mirarnos? Y efectivamente hasta el término de la ceremonia, Natalia volteaba continuamente a mirar a sus espaldas como esperando “algo” como si quisiera que algo sucediera y que impidiera su boda. Finalmente terminada la fiesta matrimonial, hicimos nuestra colita para los saludos de rigor, y al abrazarla y desearle los parabienes acostumbrados, me susurró  al oído “dile a Mario que es un reverendo maricón”

   
Jergas peruanas de la epoca: Costilla = Enamorada,  Chaira = Navaja,  Longonazo = Grandazo
Pitri Mitri: Exaltar la acción

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