Por: Néstor
Rubén Taype
¡Cobarde! -
Fue la frase que recibió como una pedrada lanzada sobre su cabeza. Apuró sus pasos y doblando en la esquina se detuvo, su compañero llego tras él y le dijo:
- No te garantizo nada ya tu sabes cómo es esto, estas a favor o en contra, por última vez te voy hablar como amigo, largarte y desaparece, si me dan el encargo lo voy hacer sin ninguna duda.
Observaba por la ventana del avión como se iba alejando de Lima, atrás quedaban los apagones, la dinamita, las reuniones secretas, la autoridad vertical del partido. Contra todo y sobre todo el partido. Sumido en sus pensamientos se vio interrumpido por la azafata de a bordo que le ofrecía un pequeño desayuno que degustó con cierto placer.
Carlos Marx, vaya el gusto de su padre por envolverlo en ese nombre solo por la admiración que le prodigaba ese personaje y que lo había marcado de por vida. Joven su progenitor fue parte de las huestes de Luis de la Puente en su afán de cambiar la sociedad peruana sumido en un latifundismo en pleno siglo XX. Impetuoso luchador social y contestatario se enroló sin duda ni murmuraciones a las guerrillas del 65, un sueño romántico que duró muy poco. Muerto el líder, fue capturado y guardaría prisión por algun tiempo. Su imagen fue portada de diarios luego de su captura cuando en pleno interrogatorio y esposado, se levantó intempestivamente de la silla para propinarle un furibundo cabezazo al oficial que lo interrogaba. Consiguió la libertad gracias al indulto dado por el primer gobierno de Belaunde. Sus sueños de revolucionario habían terminado y pretendió sembrar la semilla de la insurrección en su hijo. Carlos era el tercero de tres hermanos, pero el único que siguió con la línea política del patriarca. Los demás en el momento apropiado hicieron el deslinde y se mantuvieron al margen. Ingresó a San Marcos al programa de Derecho - para que defiendas a los compañeros - le había dicho su padre. Amante de la lectura pasaron por sus manos toda la literatura roja que pudo conseguir, desde Marx, Engels hasta el Libro Rojo de Mao.
En su paso por la universidad terminó graduándose
en periodismo a pesar de los cuestionamientos de su padre. El pensamiento
Gonzalo en la universidad lo entusiasmó
y deseaba ciertamente llevar a cabo todos los encargos y misiones que le
encomendaban, siempre supo mantenerse al margen del lado militar. Participaba
como activista distribuyendo propaganda y dando clases sobre la ideología del
partido comunista. Sin embargo el entorno, sus camaradas lo calificaban de
"blando" tenían sospechas que no era el tipo que las difíciles circunstancias
exigía. Su compañero era un joven abogado ya graduado con quien trabó buena
amistad dentro del grupo y quien ya le había
advertido de los comentarios que sobre él hacían los miembros de la célula.Fue la frase que recibió como una pedrada lanzada sobre su cabeza. Apuró sus pasos y doblando en la esquina se detuvo, su compañero llego tras él y le dijo:
- No te garantizo nada ya tu sabes cómo es esto, estas a favor o en contra, por última vez te voy hablar como amigo, largarte y desaparece, si me dan el encargo lo voy hacer sin ninguna duda.
Observaba por la ventana del avión como se iba alejando de Lima, atrás quedaban los apagones, la dinamita, las reuniones secretas, la autoridad vertical del partido. Contra todo y sobre todo el partido. Sumido en sus pensamientos se vio interrumpido por la azafata de a bordo que le ofrecía un pequeño desayuno que degustó con cierto placer.
Carlos Marx, vaya el gusto de su padre por envolverlo en ese nombre solo por la admiración que le prodigaba ese personaje y que lo había marcado de por vida. Joven su progenitor fue parte de las huestes de Luis de la Puente en su afán de cambiar la sociedad peruana sumido en un latifundismo en pleno siglo XX. Impetuoso luchador social y contestatario se enroló sin duda ni murmuraciones a las guerrillas del 65, un sueño romántico que duró muy poco. Muerto el líder, fue capturado y guardaría prisión por algun tiempo. Su imagen fue portada de diarios luego de su captura cuando en pleno interrogatorio y esposado, se levantó intempestivamente de la silla para propinarle un furibundo cabezazo al oficial que lo interrogaba. Consiguió la libertad gracias al indulto dado por el primer gobierno de Belaunde. Sus sueños de revolucionario habían terminado y pretendió sembrar la semilla de la insurrección en su hijo. Carlos era el tercero de tres hermanos, pero el único que siguió con la línea política del patriarca. Los demás en el momento apropiado hicieron el deslinde y se mantuvieron al margen. Ingresó a San Marcos al programa de Derecho - para que defiendas a los compañeros - le había dicho su padre. Amante de la lectura pasaron por sus manos toda la literatura roja que pudo conseguir, desde Marx, Engels hasta el Libro Rojo de Mao.
Llegó al aeropuerto de Newark con la esperanza
de iniciar una nueva vida, pero al mismo tiempo no podía desterrar cierto
malestar consigo mismo por lo que no pudo hacer en Lima. Aconsejado por sus
familiares contrajo matrimonio prontamente y regularizó su situación legal como
un residente más. Culminaba el gobierno belaundista casi arrinconado por los
petardos senderistas a quien en un principio el presidente había calificado de
'abigeos'. Carlos en el fondo de su alma ansiaba que esta lucha terminara
pronto y fuera eliminada por el gobierno como ocurrió con las guerrillas del
65, sin embargo mientras pasaba el tiempo veía con cierta desesperación el
relativo éxito. Su vida continuaba adecuándose a su nueva residencia, pero al
mismo tiempo siempre asomaba un tormentoso recuerdo, ese fatídico día en que
fue llamado por uno de los mandos militares para encargarle la temible tarea de
conseguir un arma por sus propios medios.
En su placentera y cómoda residencia lejos de
la hecatombe de Lima, en aquel barrio americano que parecían casitas de juguetes
rodeados de un verdor increíble, las noches le resultaban insostenibles acosado por una terrible pesadilla; se veía acompañado
de una pareja e iban a paso seguro sobre su objetivo: un policía. Uno de ellos extraía
un arma de su mochila y se la daba - acércate y haz tal como hemos practicado -
le decía. Él con el revolver en mano se
iba contra el guardia quien sorprendido retrocedía cayendo de espaldas -
dispara - le gritaron - ¡dispara carajo! - frente a él estaba el guardia caído que lo miraba
sorprendido. Carlos no disparaba, entonces
sintió un jalón y los tres echaron a correr hasta el auto que los esperaba. De
pronto despertaba sudoroso, agitado mientras repetía - la misma mierda de
siempre - Una mañana recibió la llamada de su hermana dándole la novedad de la detención
increíble y sorpresiva del camarada Gonzalo.
- Tu jefecito pues- le dijo - ya le habían encontrado un videito chupando cómo bueno en una residencia bien bacán, mientras su gente lucha en las punas hermanito, seguramente muertos de frio - le seguía contando - de la que te libraste, ya estarías bien preso por creer en el loco ese.
- Tu jefecito pues- le dijo - ya le habían encontrado un videito chupando cómo bueno en una residencia bien bacán, mientras su gente lucha en las punas hermanito, seguramente muertos de frio - le seguía contando - de la que te libraste, ya estarías bien preso por creer en el loco ese.
Carlos vio repetidamente el video de la captura y se admiraba del trabajo
de filigrana que hizo la policía. Posteriormente vio con sorpresa a su excompañero
como abogado defensor del líder senderista.
Pretendió esa misma mañana escribir algo sobre la captura para el diario
que escribía en Nueva York, al final lo desestimó, no podía evitar sentir un
tufillo de traición, como escribir algo sobre un tema en la que el formó parte,
entonces apretó prestamente la tecla delete y se quedó presionándola, hubiera
querido borrar todo su pasado de una buena vez.
Con la llegada del siglo veintiuno también llegó la crisis al gobierno de turno que pretendía un tercer mandato. La democracia
se instauró nuevamente en el país. Carlos en los años siguientes fue un crítico
furibundo de los posteriores gobiernos y a los que no les reconocía absolutamente
nada. Igual suerte corría con sus críticas al gobierno americano. No sabía qué
hacía en un país que no guardaba su misma política y lejos de llevar a cabo sus
ideales de joven, motivado por su padre, había echado raíces en la tierra misma
del imperialismo, una ironía que la vida se la guardó.
Sus noches eran constantemente acosados por la misma pesadilla, siempre apuntando al guardia caído que no mostraba miedo, el asustado era él, despertaba sudoroso, el fantasma de sendero no desaparecía. Luego de más de dos décadas desde que comenzó la lucha armada, Carlos solía indagar en internet sobre los líderes de sendero y veía sorprendido que aun después de años de encierro no habían transigido a sus ideales. Se imaginó que el fracaso de sendero lo alegraría como tantas veces lo había imaginado, sin embargo nada cambiaba, sentía más bien una frustración personal, la depresión lo consumía. Una noche después de beberse algunas cervezas se recostó en su cama quedándose profundamente dormido.
Sus noches eran constantemente acosados por la misma pesadilla, siempre apuntando al guardia caído que no mostraba miedo, el asustado era él, despertaba sudoroso, el fantasma de sendero no desaparecía. Luego de más de dos décadas desde que comenzó la lucha armada, Carlos solía indagar en internet sobre los líderes de sendero y veía sorprendido que aun después de años de encierro no habían transigido a sus ideales. Se imaginó que el fracaso de sendero lo alegraría como tantas veces lo había imaginado, sin embargo nada cambiaba, sentía más bien una frustración personal, la depresión lo consumía. Una noche después de beberse algunas cervezas se recostó en su cama quedándose profundamente dormido.
La pesadilla arremetió contra él
nuevamente en el mismo lugar secundado por dos compañeros que se acercaban sin
mayor disimulo hacia el guardia en una de las calles populosas de Lima. Uno de
ellos sacaba el revolver y se lo entregaba diciéndole - ahora, tal como
ensayamos, ve y hazlo - Carlos muy nervioso daba algunos pasos en dirección
al policía que al retroceder caía sobre el piso. Este lo miraba sorprendido !dispara! - escucharon sus oídos ! dispara carajo! Carlos vio la imagen de su padre quien subliminalmente
lo presionó al uso de la violencia como respuesta a las desigualdades
sociales de su país. Ejerció una presión contra la que él no pudo luchar ni
rebelarse, quizás nunca quiso ser un revolucionario, quizás nunca podría empuñar
un arma como lo hizo su padre. Voy a disparar -
se dijo - y no voy a dudar, esta vez no, aunque sé que todo esto no es más
que un maldito sueño. Pegó el arma contra la sien y sin más preámbulos disparó, el tiro rompió el silencio nocturno en
la apacible villa donde residía, los vecinos alertaron a la policía quienes
encontraron el cadáver de Carlos sobre
su cama ensangrentado por un disparo en la cabeza, pese a una ardua búsqueda no pudieron hallar el
arma.