LA PELICULA DE HOY “The killing”, obra maestra de Stanley Kubrick para el cine negro

 
                                                                                                             
Por: Fernando Morote
Ninguno de estos tipos es un delincuente, en el sentido usual de la palabra”, afirma Sterling Hayden cuando le cuenta a su novia Coleen Gray el plan que ha ideado para embolsarse 2 millones de dólares de la taquilla de un hipódromo.
Hayden no es aquí el matón de “The asphalt jungle” (“La jungla de asfalto”, 1950); es el cerebro de la operación, un ex-presidiario de Alcatraz que al obtener su libertad busca una solución permanente -y rápida- a sus aspiraciones económicas (algún fanático insensible dirá que en la actualidad 2 millones de dólares sólo sirven para comprar un departamento diminuto en la parte más deprimida de Manhattan, pero nadie puede negar que en 1956, año en que se rodó la película –y aun a la fecha-, le arreglaban la vida a cualquiera).
Sus convocados son 2 empleados del hipódromo: un cajero (Elisha Cook Jr, de recurrente aparición en otros clásicos del género) y un barman (Joe Sawyer, famoso por encarnar al Sargento O’Hara en la serie de televisión “Rin tin tin”), ambos afligidos por las demandas de sus respectivas esposas; la una devorada por la frivolidad, la otra postrada en cama por un trastorno de salud. Al grupo se unen 2 individuos buscando asegurar su futuro a toda costa: un policía corrupto y ambicioso (Ted di Corsia) y un contador a punto de jubilarse (Jay C. Flippen).
El proyecto incluye, además, contratar 2 profesionales cuya única función es crear disturbio entre el público y distraer la atención de los guardias de seguridad. Uno de ellos, ex luchador dedicado ahora al ajedrez (Kola Kwariani, as de la lucha libre en la vida real), debe armar una gresca en los alrededores del bar; el otro, un tirador de extraordinaria puntería (Timothy Carey, integrante del elenco en otra cinta de Kubrick, “Path of Glory” -“Senderos de Gloria”, 1957) está a cargo de derribar al caballo favorito de la carrera, durante la cual se producirá el asalto.
El argumento de “The killing” no es diferente al de otros policiales. Lo novedoso es la forma de desenvolverlo. Kubrick narra la historia desde la perspectiva de cada personaje. Las mismas escenas se repiten una y otra vez, mientras el tiempo regresa continuamente al punto de partida, para explicar lo que cada miembro de la banda hace, piensa y siente durante los minutos previos y precisos de su participación personal en el atraco. La voz de un narrador invisible acompaña en todo momento la acción (artificio utilizado con idéntica eficacia por Roger Corman en “The St. Valentine’s Day Massacre” -“La matanza del día de San Valentín”, 1967-). En insustituible blanco y negro, los protagonistas en varias ocasiones sostienen conversaciones por encima o debajo de la luz de las lámparas, lo cual crea el perfecto ambiente -cómplice y sombrío- típico del cine negro.
Aunque el cine negro se denomina también así debido a la oscuridad de sus personajes. La presencia de las mujeres en “The killing” es crucial: la perra lujuriosa caracterizada por Marie Windsor, que no duda en traicionar a su esposo con tal de alcanzar sus metas arribistas, contrasta a la chica dulce e ingenua representada por la deliciosa Coleen Gray -cuya actuación no pasa desapercibida tampoco en los éxitos de 1947, “Kiss of death” (“El beso de la muerte”) con Victor Mature y “Nightmare Alley” (“El callejón de las almas perdidas”) con Tyrone Power, ni más ni menos-, que entrega su amor incondicional, incluso en trances criminales.
 La cinta exhibe sólidos elementos de suspenso y violencia extrema, como preludio a lo que Kubrick desarrollaría luego con mayor crudeza en “Clockwork orange” (“La naranja mecánica”, 1971) y “Full metal jacket” (“Nacido para matar”, 1987).
Muestra de ello es la fantástica escena donde el grupo reunido en el departamento espera la repartición del botín y, ante la sorpresiva llegada del codicioso amante de Marie Windsor (Vince Edwards, posterior estrella de televisión en los 60’), se desata una balacera descomunal que termina con todos acribillados, sus cuerpos ensangrentados y desparramados por el piso como una ruma de carne putrefacta.
Otra imagen memorable es aquella cuando, tras rendirse a las insufribles restricciones burocráticas antes de abordar el avión que lo llevará con destino a Chicago, Hayden contempla sus 2 millones de dólares volando por el aire a causa de un estúpido perro que se atraviesa en el camino y provoca una brusca maniobra en el transporte del equipaje. Considerando las circunstancias, el incidente no constituye una tragedia, pero provee el suficiente drama para ponerse a llorar y hasta logra despertar un grado de compasión hacia el espigado hampón quien, despojado ya de sus gestos duros, su fabuloso cinismo y hundiendo las manos en los bolsillos, se arrastra desolado por el vestíbulo del aeropuerto como un niño que ha perdido a su mamá.
No se pueden desdeñar, sin embargo, las secuencias en que sus pares abofetean sin piedad a Elisha Cook Jr. para castigarlo por revelar a su esposa secretos del trabajo, la discusión nerviosa en el vestidor del hipódromo entre Joe Sawyer y sus colegas mofándose de él cuando lo ven cargar una caja de flores que en realidad oculta el arma del delito, y la pelea en el bar donde Kola Kwariani luce su maciza musculatura y se despacha a su antojo desplegando sus habilidades de luchador profesional, así como las ansiosas gestiones que Sterling Hayden realiza sucesivamente en un motel, un terminal de buses y el buzón de correo de uno de sus compinches con el propósito de establecer su meticulosa cadena de contactos.
El detalle con la voz del locutor hípico describiendo a través de los altoparlantes lo que ocurre en la pista de carreras, mientras Hayden se calza la siniestra máscara de payaso y afina la escopeta para asestar el golpe final, es simplemente estremecedor.
Mención especial merece el exasperante cuadro en que el propio Hayden, en fuga ya para salvar el pellejo, se detiene sobre un terreno escampado a trasegar el dinero robado y se ve obligado, literalmente con el viento en contra, a empujar dentro de la maleta los 2 millones de dólares como si fueran un montón de basura.
La banda sonora diseñada por Gerald Fried (ganador de un premio Emmy en 1977 por la cortina musical de la serie televisiva “Raíces”) contribuye a crear una atmósfera de intensidad e incrementar la tensión en cada segmento.
“The killing” tiene una duración de hora y media y es conocida en español como “Atraco perfecto” o -peor aún- “Casta de malditos”. Tristes traducciones que no hacen sino desnaturalizar la esencia del film, pues el supuesto atraco perfecto fracasa rotundamente y la así llamada casta de malditos no encaja bien con un grupo de hombres que son movidos más por la desesperanza que por la villanía. A fin de apreciar en su completa dimensión una joya del cine negro como ésta, y no perder la fidelidad de los diálogos ni la energía de ciertas expresiones, es recomendable escuchar a los actores hablando en su propio idioma. Vale la pena comerse los subtítulos antes que soplarse el doblaje, inevitablemente fatal.
 
Fernando Morote. Piura, Perú-1962. Escritor y periodista. Autor de “Poesía Metal-Mecánica”, “Los quehaceres de un zángano”, “Polvos ilegales, agarres malditos” y “Brindis, bromas y bramidos”. Actualmente vive en Nueva York.

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