FRENTE AL RIACHUELO DE MI NIÑEZ EN COCHAHUASI-CAÑETE



…Del poeta Héctor Rosas Padilla

Todavía canturrea el riachuelo
que como gruesa lágrima de la pobre gente de mi caserío
corre por estos campos pintados de verde
Todavía corre el riachuelo
en cuyas aguas jamás se mojaron Jorge Manrique ni Heráclito
pero yo sí
y todos los que nacieron en mi época
cuando la niñez no era más que júbilo
y el júbilo estas aguas limpias
como nuestras miradas de entonces
Aquí niños y niñas éramos pececillos / patos holgando
bajo el sol muerto de risa
que chamuscaba nuestros bellos púbicos
Aquí los calzones o las hojas de parra
eran casi siempre un estorbo
Todavía corre el riachuelo que nos dejó su frescura
en la piel como los besos de las brisas marinas
En sus orillas todavía se hinchan caballos y jumentos
con la hierba que nunca será mala (para deshojar los días sobre ella)
y muy cerca de su único puente se alza la capilla
a la que jamás necesitamos entrar para golpearnos el pecho
Todavía corre el riachuelo
como entonces
cuando la vida era quebrar sus aguas
con nuestros menudos cuerpos o mojar los alaridos de las niñas
Pero ¿Dónde están las niñas apenas vestidas con un fustán
y la esplendorosa luz del día
que dejaban a nuestros ojos sus nacientes encantos?
¿Dónde los niños que fuimos e hicimos de este paraíso transparente
el centro de nuestro universo?
Quiero verlos ahora / escuchar sus voces delgadas como los juncos
Quiero sentir los pálpitos
de su presencia
para no pensar sobre esta hierba que nuestra infancia sólo fue un sueño
el espejismo de un riachuelo
que se bebió nuestra pequeña edad

El Hermano García…….sargento de Dios


La primera vez que lo conocí fue en la Iglesia del Callao a la que habíamos asistido una mañana, luego que mi madre dijera que éste era el templo más cercano a casa.
Estaba por empezar el segundo servicio cuando apareció el hermano con un cartapacio negro bajo el brazo acompañando al pastor y los demás miembros de la Escuela Sabática que acostumbran sentarse en el estrado principal.
Algo bajito y gordito el hermano tenia el rostro adusto y caminaba muy seguro y erguido, le acompañaba un ralo cabello peinado hacia atrás y lucia un bigote muy cortito, que hacia mas adusto su semblante.
Su voz resonó en el micro y procedió a la presentación respectiva, ritual que lo vería haciendo muchas veces con un estilo muy personal y que terminaba no recuerdo por que razón, citando a la ciudad de Washington DC.
Por los gestos y las características propias de su personalidad a mi pareció que quizás alguna vez habría sido soldado o tal vez hasta sargento.
En esa época en que lo conocí mi relación con él era más bien lejana y a pesar que vivíamos en el mismo barrio no tenía mayor acercamiento más que el saludo protocolar del joven al adulto.

Lo veía siempre salir con su familia que era su esposa y su única hija. Pasado algún tiempo en el lugar donde vivíamos se hizo una campaña para captar nuevos miembros y poder tener la ansiada nueva iglesia. Se hizo una gran carpa donde llegaron numerosos misioneros y luego de un arduo trabajo se logró, como ellos estilan decir “una buena cosecha de fieles” construyéndose un nuevo templo en nuestro barrio (La ansiada Iglesia  Adventista de Pando)
Cuando la Iglesia se terminó de construir el hermano García era uno de los grandes colaboradores ayudando a que la fe no disminuya y era un activo predicador, además un miembro directivo infatigable.
Fue allí donde comencé a escuchar sus intervenciones y oír también las diversas opiniones que despertaba en la congregación su participación, unos resaltaban su disciplina, mientras otros le reprochaban su dureza y su adorable cara de malo
A los jóvenes les parecía un tipo muy exigente, rígido y demasiado disciplinado, decían que debería comprar siquiera unos veinte centavos de carisma aqui nomas en el mercadito de Palomino.

A mi me parecía más que hermano en Cristo un soldado que exigía respeto y disciplina durante la ceremonia de la Escuela Sabática.
A veces coincidíamos en nuestra salidas por la mañana rumbo al trabajo, aparecía siempre muy apurado como si el día se acabara ya mismo. Fue entre esos saludos que comenzó a preguntarme como estaba, y yo decía siempre bien; poco a poco me fui dando cuenta que no era como estaba yo de salud física sino como estaba mi fe.
Seguramente sospechaba mi desgano y los esfuerzos que hacia mi madre por llevarme a la iglesia y de querer hacerme un adventista ejemplar.
Era presionado sutilmente por mi madre para asistir los sábados al templo, en otras ocasiones casi atado (digo metafóricamente) era halado (así me sentía) yendo a tumbos hasta la iglesia.

De allí que el hermano me preguntaba siempre cosas como - y que tal como anda ese espíritu ¿cómo esta la fe? ¿crees en esto?

Yo muchas veces no contestaba solo sonreía y terminaba dándole la mano y despidiéndome de él.
El hermano García es hasta ahora un soldado (que de hecho lo es) de Dios un hombre consagrado y comprometido con su Iglesia.
Algunas veces entusiasmado con su sermón soltaba algunas frases como “Cristología” y seguía entusiasmado predicando sobre esto, pero luego al ver los rostros de los hermanos algo extrañados por sus expresiones; quizás para ellos poco comprensibles, daba marcha atrás y recomenzaba con un lenguaje más cotidiano y sencillo.
Al salir a despedir al los hermanos en la puerta del templo, yo le preguntaba que había pasado, por que cambio de ruta en su predicación, él respondía – hermanito el auditorio no ayuda pues, no puedo elevar tanto el tema y tengo que terminar así nomás sencillo pues.
Yo no podía preguntar cosas sobre la iglesia que podría incomodar a mi madre y si lo hacia ella se molestaba y me decía que estaba cayendo en tentación.
De allí que crecí con cierto sentimiento de culpabilidad, quería preguntar sobre mis dudas y no podía y si lo hacia me quedaba con la sensación de haber pecado que luego tenia que esperar un castigo, el que fuera, pero esperaba que me pase “algo”

Pero el hermano García era diferente era una persona tolerante y podía yo preguntar y comentar sobre esto y lo otro, discrepar si se quiere con respeto y sabia que el me daría una respuesta sensata.

Así fue que a los años mis padres enfermaron y fallecieron, el primero en caer fue papá y allí estuvo el hermano asistiendo a su alma en sus últimos días, igualmente poco tiempo después le llegaría el turno a mi madre y nuevamente el hermano se hacia presente como una suerte de sacerdote, dándole la despedida espiritual dentro del rito adventista.
Entonces cada vez que nos cruzábamos por la calle el hermano no perdía la oportunidad de preguntarme como iba espiritualmente, preocupado por mi alma, quizás esperaba una respuesta mas seria de mi parte; acaso ya era tiempo de tener el espíritu religioso consolidado.
Por causas del destino emigre a otro país y sabia de él solo por los datos que mi hermana me contaba y así supe que quedó viudo.
Tuve entonces la oportunidad de llamarlo a su casa para saludarlo y conversar con él sobre varios temas y nuevamente allí la pregunta incisiva ¿Cómo va la fe?
Pues le dije que estaba muy alejado del pensamiento Adventista que definitivamente no podía ser un miembro o parte de ese redil.
Y mientras hablaba con él por teléfono recordaba al mismo tiempo el sueño de mi madre, durante mi juventud, de convertirme en un misionero o líder de la iglesia. Recordaba mis primeras “trancas” los viernes con los amigos, olvidándome que el sábado era el día de culto y que mami no me iba a perdonar de ninguna manera quedarme en casa, pero yo seguía para adelante con la fiesta.

Entonces mi madre había hecho arreglos para que me nombren maestro de niños de la escuela sabática. El sábado yo llegaba temprano a la iglesia aun con la resaca del viernes, saludando a los hermanos muy rápidamente para evitar que sintieran el olor a licor que aun conservaba, a pesar de haberme tomado tres duchazos de agua fría y un café supercargado. En fin no se como, pero yo ya estaba parado frente a diez niños que esperaban mi sermón.
Yo tenia entonces que comenzar con el servicio y recuerdo haber pedido que leyeran determinado texto de la biblia, cuando uno de los pequeños se puso de pie y me dijo muy tranquilamente – “hermano se ha olvidado de hacer la oración y de cantar el himno” Pretendí decir algo, pero, pase saliva, me atoré, tosí y tosí como veinte veces y me tuve que ir al baño entre lagrimas ocasionado por la tos y risas por lo que me estaba pasando.
Retomando la conversación con el hermano le dije - hermano García no he sido un buen adventista y no creo poder serlo nunca. El me respondió que yo volvería, lo dijo tal vez como una suerte de premonición, no lo se.
Volví a reiterarle que no, que por ejemplo yo no consideraba los libros de la señora Elena G. de White como inspiración divina.

Le dije que leyendo la historia de esta señora, me encontré con muchos cuestionamientos sobre la veracidad de sus “sueños” y “contactos” divinos, sobre todo de la afirmación de su propio medico quien nunca señaló que esos desmayos y trances en las que ella caía significaban que estaba en un contacto espiritual con Dios.
Por respuesta me dijo “cada loco con su tema” yo reí de buena gana por la ocurrencia del hermano.
Siempre tolerante no se molestaba por lo dicho y continuaba reiterándome que debía de alinearme en las filas del adventismo, tal como mi madre lo había deseado.
Yo me detenía y procuraba no seguir en mi afán por contarle todo, todo lo que había leído sobre religión, no se si para bien o para mal. Quería decirle que leí mucho sobre la historia del cristianismo y que fatalmente la historia no era bondadosa con la religión tal como a nosotros nos enseñaron, sino que muchas cosas, incluyendo la biblia fueron editados, siendo casi el refundador del cristianismo moderno por llamarlo de alguna forma nada menos que el emperador Constantino.
En fin no le dije más al hermano y cambie de tema para felicitarlo por su reciente matrimonio, que sin razón alguna trató de mantenerlo en secreto. Le pregunté por que y me respondió que ellos querían solo fue una boda en familia sin nada de pompa ni mucha publicidad.

Vaya sorpresa con el hermano: rudo, soldado de cristo, yo diría como siempre sargento de Dios con poca simpatía para su congregación, pero un hombre muy inteligente.
Y quien iba a decir que con todas esas cosas pudo embelezar a una damisela del pulpito que quizás supo reconocer que detrás de esa fachada de viejo refunfuñon y con todos los años sobre sus espaldas, estaba su media naranja, el Adán de su paraíso para hacer cumplir esa frase divina que dice que no es bueno que el hombre esté solo.
Al Hermano García, casi mi ángel de la guarda y vigilante de mi vida espiritual y a quien aprecio y estimo muchísimo, le doy las gracias por su entera preocupación y que a pesar de mi distanciamiento con Dios, no cesó nunca de preguntarme siempre, ¿Cómo esta tu fe? Una pregunta que difícilmente me puedo desprender y seguramente nunca quise escuchar,
Interrogante que espero solucionarlo antes de dejar este mundo. Por lo demás al hermano García, soldado y sargento de Dios, solo le deseo la felicidad inmensa en su nueva vida conyugal y muchos años más para disfrutarlo, amén.

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