Adios al viejo driver.

 

Por: Néstor Rubén Taype

Qué te vas a equivocar!  Decía el comercial de la radio salsera que cada tarde sintonizaba Fachi  y que nos trasladaba en el tiempo con esa música del recuerdo. La salsa de pronto contrastaba con las baladas nostálgicas del setenta y ochenta que tenía en otra radio. Ambas eran emisoras peruanas conectadas a su fono con la modernidad de los AP’s.  El viaje se animaba con esa música y el personal tarareaba una y otra canción, mientras nos dirigíamos a una de las tantas empresas que nos había asignado la agencia de empleos. La van era un pequeño mundo integrado por latinos que buscaban en este país realizar el sueño americano del progreso. En realidad  Fachi no era su nombre pero él pedía que así lo llamaran y que así lo conocieran. Era un viejo que ya había pasado los setenta años, amable, respetuoso y bastante serio en su trabajo. Siempre muy puntual al llevarnos y recogernos, se conocía bien las rutas en el intrincado suburbio de Nueva Jersey. Había llegado, según nos contaba, a los Estados Unidos en la década de los noventa, huyendo como todos nosotros de la crisis económica. Poco a poco, en la continuidad de los viajes fuimos haciendo cierta amistad y en cada encuentro el tema era el futbol.  Mientras hablábamos de futbol peruano y comentábamos porque no clasificábamos o porque perdimos tal partido, sonaba de pronto una vieja salsa en la emisora que nos acompañaba y no faltaba alguien opinando

-          -  Ay Don Fachi, esa salsa me hace recordar a mi finado esposo cuando nos casamos.

Entonces la señora salvadoreña se despachaba en recuerdos y sin querer nos contaba su pequeña historia de amor. Así era de impredecible el viaje que día a día emprendíamos en la movilidad de Fachi. Aunque era mayor que yo por algunos años, de todas formas buena parte de lo vivido en Lima, coincidíamos.

              -  ¿Te acuerdas como llenaba el Cholo Sotil el estadio con el Muni, aun en segunda?

Él me dijo que estuvo allí y yo le contaba que vi el debut del Municipal con Universitario de deportes, que aunque perdieron, el Cholo le metió un baile del demonio a un  veterano José Fernández que no le quedaba otra cosa que agarrarlo al “Cholo” cada vez que se enfrentaban . Fachi sabía de las posiciones en el futbol, el 4- 4 -2,  el  4-2-4 y cosas que a mi si me hacían difícil de entender y me parecían iguales todas. Pero Fachi me explicaba las ventajas y desventajas de cada planteamiento y sus características.  Así era la camioneta de Fachi que tomábamos diariamente y que a veces íbamos los mismos y otras aparecían los “nuevos” recién llegados y desaparecían los antiguos por diversas razones.

                ¿Qué fue del tío peruano, ese que había sido tombo?  Preguntó alguien.

Otro respondió –  el viejo se quitó porque se enteró que su bendito yerno le estaba robando a su hija. Le enviaba el dinero para levantar la casita allá en San juan de Lurigancho, pero este pendejo se tiraba la plata. Un vecino lo llamó para contarle que también le pegaba a su hija, el tío voló.

Un día le conté que se proyectaba en Lima un documental sobre la Reforma Agraria, un evento que, aunque niños, habíamos vivido. Le enseñe el video donde aparecía el señor Graña  hablando en inglés para  periodistas  extranjeros de esa época. Me sorprendió cuando me dijo que él había vivido en la hacienda Huando y m relataba los acontecimientos de la reforma en la hacienda. Nunca criticó ni despotricó contra su patrón, de quien más bien hablaba bondades y  le guardaba  buen recuerdo.  Yo había vivido parte de mi niñez en chorrillos cerca de la Hacienda Venturo, enorme hacienda. Le contaba entonces que íbamos con un grupo de amigos a sacarnos choclos en las noches y que a veces llenábamos nuestras bolsas y otras salíamos corriendo cuando el capataz de la chacra nos disparaba balines. Hablábamos también de la “rebusca” un término usado para asistir a las chacras a recolectar lo que quedaba de la cosecha de algún tubérculo como la papa o el camote. En esos temas coincidíamos porque habíamos vivido lo mismo.  De esa manera compartíamos nuestras  experiencias, él  en la Hacienda Huando en el norte y yo en la Hacienda Venturo de  Villa – Chorrillos.

Fachi nos acostumbró a la buena música del recuerdo, salsa y baladas que deleitábamos gustosos cada mañana cada tarde en su movilidad. Un día llegaron los nubarrones y la pesadilla de la pandemia. El miedo se apoderó de todos y comenzamos una nueva rutina que aún se prolonga. El uso de guantes, mascarilla y los desinfectantes. Fachi usaba el suyo como todos nosotros, es más tenia uno enorme por el cual le hacía muchas bromas – pareces piloto de Mirage – le decía. Era la mascarilla que usaba para su balón de aire, antes me había contado que tenía problemas de respiración en las noches. Reíamos de buena gana y me decía que yo consiguiera otro igual para ser su copiloto. Sin embargo un día no apareció más y luego tres días después nos llegó la noticia que había fallecido de un ataque al corazón. Fachi tenía sus males que todos tenemos por la edad. Se fue el viejo y nos dejó  un gran vacío. Sin querer nos había engreído con su música con su trato, con su buen humor nos había acostumbrado a pasarla bien durante los trayectos al trabajo. Sabíamos que al subir a su movilidad, encontraríamos el relax de una buena música, de una buena conversación y la seguridad y serenidad de un excelente chofer. Descansa en paz amigo viejo, seguramente padre querendón y abuelo cariñoso.  Los migrantes te recordaremos  siempre, fuiste oído para las quejas, los logros, nuestros éxitos y fracasos, te llevas buena parte de nuestra historia.               

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