El Chamo


Por: Néstor Rubén Taype
Mientras la luz roja demoraba el paso de los autos el muchacho esperaba algo nervioso. Caracas era un depósito de sueños, el dorado, el sueño americano en Sudamérica de los ochentas.  Había llegado casi entrando a la adolescencia junto con sus padres buscando un nuevo porvenir. El palito de dientes jugueteaba entre sus labios reemplazando al acostumbrado cigarrillo, no, no hoy no iba a fumar. Miraba su reloj con premura, había tiempo suficiente, pero igual estaba nervioso, la aplicación a la universidad no era poca cosa, se prometió estudiar ingeniería y ese era el reto ahora.
¿Ingeniero, ingeniero?
¡Juan por favor! No me escuchas, estas allí hace diez minutos parado en la ventana sin decir una palabra.
Disculpa chica, es que en esa calle y en ese semáforo me hizo recordar algunas cosas muy personales tu sabes, mis comienzos, pero ya, ya, dale, chica, dale, que te lo comentaré en otra ocasión.
Ah, ingeniero, volvió a llamar Rosana y como usted me indicó le dije que no estaba. Pero esta vez me preguntó por usted entre sollozos. ¿Juan, cuéntame, que está pasando?
Juan guardó silencio, no había tiempo para  más explicaciones. Su secretaria era una joven que  cumplía su labor con mucha eficiencia y lealtad; con ella tenía una relación muy profesional, pero también amical y un poco más allá, con algunos derechos, como dicen los jóvenes de ahora. Mientras manejaba con destino a su casa, no se podía explicar porque un día cuando fue a buscar  a Rosana, se dio con la sorpresa que ella no vivía más con su familia y que además  no estuviera  en el país. Así le había respondido su padre: “Ha viajado a los Estados Unidos por sus estudios, es lo mejor para ella” fue la lapidaria respuesta sin mayores explicaciones.  Han pasado más de diez años sin saber absolutamente nada de ella y ahora aparece intempestivamente con ganas de hablar conmigo, se decía así mismo.  Mientras cuadraba el automóvil  en su cochera le llegaron todos los recuerdos e imágenes sobre Rosana, así, una sobre otra que lo abrumó. El beso robado en un parque cuando adolescentes. El rostro de ella cuando  tocó su puerta para llamarlo a jugar a los pocos días de haber llegado a la nueva vecindad.  Cuando le tomó sus manos diciéndole que ella era una gitana que sabía adivinar la suerte y él temblando de emoción al tocar las suyas y reír juntos después  que ella le dijera que sus manos indicaban que  serían los mejores amigos y nada los separaría. Su cuarto vacío lo esperaba como siempre. Se zambulló en su cama y después de revolcarse en ella sintió un ligero perfume de mujer, tratando de adivinar a cuál de las chicas que lo visitaron, le pertenecía.  Frente a él, lo acompañaba el poster de una guapa modelo conocida en su medio que lo observaba en silencio, cómplice de los secretos que guardaba esa habitación.
En los días siguientes atrapado en la rutina diaria del trabajo sabía que estaba pendiente  en darle buenos términos a su relación con su actual novia. Tenía decido luego de dos años de pedirla en matrimonio, tema que su secretaria se lo recordaba continuamente.  Como todos los días no pueden ser iguales, ciertamente que uno no lo fue. Su secretaria ingresó muy apurada a su oficina con teléfono en mano y se lo puso sobre su escritorio. Él algo incómodo le dijo que ya casi era la hora de salida y que no atendería a nadie, pero ella insistió.
-          Es Rosana, y le dije que la atenderías –
La secretaria se cruzó de brazos y parándose a su lado le dijo que se solidarizaba con ella con su llanto y su desesperación por hablar con él.  Juan tomó el teléfono.
-          -  ¿Alo?
Lo que vino después lo recordaría toda su vida. Rosana habló su verdad sin preámbulos ni intervalos, la verdad a secas.  
-   Juan, Juan, escúchame Juan, tuve que abandonar la casa, el barrio y alejarme de ti porque fui violada por un familiar de mi padre y me embarazó  Ellos me llevaron a otro pueblo pero nunca salí a otro país. Mis padres me visitaban continuamente, no podían resistir al escándalo -  
Hasta aquí el monólogo de Rosana fue claro y contundente con una voz desesperada por contarlo todo. Luego, dejando unos segundos en silencio y entre sollozos le pidió perdón por no haberle contado la verdad a tiempo.
-          -   Yo te amo, siempre te  he amado a pesar de este tiempo, solo te pido que me perdones y que puedas olvidarme. Me voy a casar pronto y no podía hacerlo hasta no hablar contigo y cerrar esta herida que llevaba conmigo. ¡Perdón Juan! perdoname, te lo pido de todo corazón. – Y cortó
El mundo siempre da vueltas y con ello también nos lleva a nosotros que somos parte de este planeta, las circunstancias cambiaron,  Juan había migrado de pequeño con sus padres, hoy migraba nuevamente pero como cabeza de familia. El invierno era durísimo, la nieve, el viento hacia estragos en el cuerpo a pesar de los guantes, gorras y chaquetas gruesas que se usaban. Estaba descargando un camión en alguna ciudad en los suburbios de Nueva York, buscando un nuevo destino. Sabía que esta etapa solo era temporal y debería resistirlo hasta que los tiempos mejoren y volver a su país a ejercer su profesión nuevamente.  Sumido en sus recuerdos pensaba que allá  podría encontrarse, por las casualidades del destino con Rosana, o simplemente buscarla y perdonarla, pero quizás también para decirle que a pesar de todo no había podido olvidarla.
  - !Hey my friend, lets go to take the brake, fifteen minutes my friend, fifteen minutes!


-
            
-          


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