¿Feliz Sábado?


Por: Néstor Rubén Taype
Desde muy pequeño conocí el día sábado como un día muy “especial” Al principio me resultaba soportable pero mientras fui creciendo se fue tornando insoportable. La verdad que no entiendo por qué. Yo veía a otros niños felices pero en mi caso no pasaba eso. Solo sabía que la ceremonia comenzaría temprano y acabaría tarde,  muy tarde, después de más de cuatro horas. Así con todo no podía decir nada y menos negarme a asistir. 


Conforme crecía iba dándome cuenta que esa iglesia no era de otros, mis amigos asistían a una diferente y cuando alguna vez les dije que la mía se llamaba así, por primera vez sentí que esa palabra que surgió después de dar a conocer mis creencias, era como un insulto “evangelista” – me dijeron  - Pregunté en mi casa si eso era un insulto o una grosería porque me lo decían en son de burla y de una manera ofensiva. Ya adolescente las cosas se comenzaron a complicar debido a que iba entendiendo que esta religión guardaba el día sábado de una manera radical.  Según los predicadores de turno que me tocaba escuchar  decían igual que mi madre, que los diez mandamientos que me enseñaban en la escuela no valía porque era una ley hecha por los hombres. Que el sábado era el día santo que había que guardar, ley impuesta por el Dios de Moisés. Los sábados no se prendía el televisor,  no se escuchaba música ni la radio, tampoco podía asistir a las fiestas y si lo hacía no debería bailar. El rock era cosa de pecado y había que alejarse del mundo y refugiarse en la palabra de Dios, la biblia. Recuerdo haberle preguntado a mi madre quien creo esta  Iglesia, quien la fundó, era una incógnita que debía aclarar,  sabía que existían una serie de iglesias de diferentes denominaciones. Ciertamente después un hermano de la iglesia me explicó cómo se originó y donde nació esta religión, en esos años no había internet como ahora.

Nunca entendí a la Iglesia Adventista y me fue muy difícil seguir asistiendo solo por darle gusto y no causarle dolor a mi madre. Había varias cosas que no comprendía y por consiguiente menos obedecerlas. A pesar de todo si conocí a muchos pastores o predicadores que venían a mi casa y no dudaba de su honestidad. Cuando me tocó bautizarme (solo por darle gusto a mi madre) me hicieron varias preguntas, pero una de ellas me llamó la atención; era en relación a la señora Elena de White, quien se autodenominaba profetiza y la pluma inspirada de Dios. Me preguntaron si yo creía que era ella una profeta, yo dije que si aunque en realidad nunca me convenció que lo fuera, ella ni ningún otro. Simplemente yo no creía, ni creo que Dios le hable a alguien. Como en toda comunidad, escuché buenos sermones llenos de mucho calor, amor y sentimiento, con buenos consejos que llegaban al alma. Pero también otros dogmáticos, casi que rayaban con el sectarismo o fariseísmo. Escuchaba horrores de la fiesta de Halloween y de muchas otras cosas que me parecían forzadas, sin sentido. Con toda esta influencia cuando me casé  por la iglesia católica hizo que no bautizara a mis hijos, pero ellos optaron por la iglesia romana. Ya adulto siempre que podía iba a una iglesia Adventista, más que por fe, por los recuerdos que me traía de mi madre. Entraba y me parecía verla cantando sus himnos favoritos, abriendo su biblia y trabajando por su iglesia, repartiendo sus folletos, tocando puertas, predicando ese evangelio que para ella era su vida.  Hoy, habiendo pasado más de medio siglo de vida me deleito con los recuerdos de mi madre, de su iglesia que a pesar de un mundo que se renueva y se reinventa día a día, no ha desaparecido.

Con la facilidad como se consigue información ahora, uno se puede enterar de lo que ocurre en cualquier parte del mundo en contados segundos. Vivo en los Estados Unidos y veo que la fiesta de Halloween es una tradición en este país como lo es en el nuestro el Inti Raymi. Que no tiene ninguna connotación maléfica como nos contaban a nosotros de niños, una fiesta nacional que congrega a las familias, al barrio, a la comunidad. Una fiesta que ellos la entienden bien y que las copias que se hacen en otros países como el nuestro, son simplemente payasadas y falta de identidad, donde esta celebración no tiene ninguna trascendencia y menos importancia, en otras palabras una tremenda huachafería. Cuando le decía a mi madre que la señora de White no me convencía de que fuera un profeta, que me parecía más bien una extravagancia como la que hay en muchas religiones, ella se molestaba. El tiempo nos da la razón, luego de leer interminables artículos sobre ella hay suficientes argumentos para descalificarla como tal. No cuestionamos su dedicación y su liderazgo para el desarrollo de la Iglesia Adventista, de su visión para la creación de muchos hospitales en este país, hoy reconocidos por el gobierno americano; pero de allí a reconocerla como que sus libros hayan sido escritos por inspiración divina y sus conversaciones con Dios, hay mucha distancia. En muchos casos sus textos eran tomados de diferentes autores como médicos e investigadores de aquella época y que simplemente obvió colocar los créditos como se estila ahora. 

En fin no creo que nada de esto haga que las personas abandonen esta iglesia, pero es para que muchos jóvenes como yo lo fui, puedan tomar su decisión que el mundo es ancho y ajeno y hay espacio para todos. Darse cuenta que cuando crees estar sobrando en algún lugar, es mejor irse y escoger otra opción, aún en contra de los padres. Nunca me sentí cómodo en la iglesia de mi madre y todo el tiempo me sentí muy presionado y cuando le fallaba me venía una tremenda depresión. Cuando dejé de asistir finalmente sentí un gran alivio no estar “allí” no más prohibiciones, no más sentimientos de culpabilidad, no más miedos. Quizás se pregunten a que religión pertenezco ahora, pues a ninguna en especial, pero me siento algo cercano a la Católica por ese sentido de modernizarse y acoplarse a los nuevos tiempos. Por lo demás el asunto de la religión es una cuestión de fe, se cree y punto, no más preguntas; pero cuando las tienes y no te satisfacen entonces es tiempo de salir.

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