A Propósito de Luis Pardo



Por: Néstor Rubén Taype


Mientras leía el comentario de la periodista peruana Linda Morales Caballero sobre el libro “Luis Bandolero Luis” de Walter Ventosilla http://www.tribes.org/web/2008/08/20/rescatando-a-un-anti-h(eroe-por-linda-morales-caballero/) recordaba episodios que mi madre me había contado sobre este personaje en repetidas ocasiones cuando yo era muy pequeño.

Gracias a esa comunicación oral que recibió de sus familiares ella seguía la costumbre de contar y contar cuanto ella recordaba de niña y todo lo escuchado y lo hablado por sus tíos, tías y abuelos.

Mi madre quechua-hablante dice que aprendió a escondidas de su madre quien le prohibía terminantemente hablar el quechua porque según le decía esta lengua estropearía su pronunciación del español
- Hijo -  me decía- Luis Pardo fue un famoso bandolero que era muy temido en aquellos años y era un ladrón “bueno” que robaba a los ricos para darle a los pobres. Yo imaginaba a este héroe vestido de cowboy quizás a los Gene Autry o el Llanero Solitario y seguía embelesado escuchando a mi madre.
- Para ir a Lima – decía mi madre - se viajaba primero en burro o caballo desde Chiquian hasta una zona asfaltada y se cruzaba un lugar llamado mediomundo que era muy desolado y como tal era alberge de muchos asaltantes que robaban a los viajeros, siendo uno de ellos el famoso Luis Pardo.  Yo seguía imaginando las montañas y desiertos de algún lugar de California como en las películas del oeste y continuaba escuchando.
- Una vez entró un tipo a un restaurante y pidió que le sirvieran una copita de pisco, se sentó en la barra justamente al lado de Luis Pardo que también estaba bebiendo solo y le dijo ¿sabes quién soy yo? pues nada menos que Luis Pardo - Entonces hijo – ella continuaba - el verdadero Luis Pardo se puso de pie y allí mismo le disparó al farsante.
Yo nuevamente imaginaba a John Wayne o Robert Mitchum disparando contra el villano de turno en las películas de los cincuentas.
- Así pues papito contaba mi abuelo que Luis Pardo llegaba borracho a la casa buscando a la tía Diega de quien se había enamorado; porque él veía una mujer que le gustaba y se la llevaba sin importarle que fuera casada o no.
Yo veía a Kirk Douglas llevándose a caballo a Jean Simons o a Maureen O’hara trepando las montañas de Nuevo México.
- Así fue que se la llegó a robar una noche y no la regresó hasta después de una semana, y como era de esperarse  ella quedó embarazada y tuvo una niña a la que llamó Veneranda Pardo. Él tenía muchas mujeres e hijos por todo el pueblo.
 A los diecisiete años llegué a conocer Chiquian la tierra de mi madre, tal como lo hicieron  también mis hermanos. Allí me mostró la chacra que ella tenía  prestada a la tía Jesusa, y de paso preguntarnos si  estabamos interesado en trabajarla.
- Mira hijo a este bandolero querían capturarlo y traerlo a Lima, entonces el gobierno envío una tropa a cargo de un jefe policial llamado Toromazote (el nombre me pareció inolvidable) y por traición de su hermano lo atraparon, por eso a su hermano lo llamaron “Juan Caín”. Antes de caer muerto se despachó al otro mundo a ese Toromazote y luego una andanada de balas de la tropa acabaron con su vida .
 Aquí ya no me imagine nada por que pude ver en una vieja revista la foto de Luis Pardo y el jefe Toromazote tirados en el piso rodeado de la tropa que lo capturó.
- Hijo hazme recordar que esta encomienda es para entregarle a la tía Veneranda me dijo mi madre - cosa que hice en su momento - ellas hablaron y al preguntarle a mamá  me contestó que la encomienda era un encargo de mi tío Guillermo, que era su hijo.
A la tía Veneranda la conocí  ya muy anciana pero pude darle un beso y ver aun entre sus arrugas y cabellos canos sus lindos ojos verdes; no pude conversar con ella como me hubiera gustado porque solo hablaba quechua.
 Llegando a Lima fuimos a dejarle cartas al tío Guillermo, quien es viejo vecino de San Juan de Miraflores y a quien yo ya conocía de tiempo.
 Tío – le pregunté – ¿Así que usted es nieto de Luis Pardo el famoso bandolero?
- Solo sonrió y me dijo – yo solo soy Guillermo Alvarado, sobrino –
Nunca, en realidad nunca vi que le diera la más mínima importancia ni que hiciera el más breve comentario al respecto.
Fui a Chiquian llevado por mi madre para conocer también una de las fiestas más tradicionales de este pueblo, la fiesta de Santa Rosa, patrona de la ciudad que se celebra cada 30 de Agosto.
Pude ver las corridas de toros, el desfile de bailarines, las pallas y también danzar alrededor de la plaza de armas en las famosas huaylishadas, saber también de la numerosa familia de mi madre y como no enamorarme de una de las numerosas primas que recién conocía.
 Ninguno de mis hermanos ni yo  aceptamos siquiera ir de vez en cuando a ver la chacra de mami, quien inmediatamente después de nuestra negativa traspasó su propiedad a la tía Jesusa a cambio de dos frazadas y un par de ponchos.
 Estos fueron los recuerdos que se me vinieron de pronto y contados por mi madre, a propósito del libro sobre Luis Pardo escrito por Walter Ventocilla.

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